Nadie
se muere en Mictlán1
han
escrito sobre una caja de cervezas Minerva.
Nadie
se muere en Mictlán
me
ha dicho un camandulero
que
vende semillas del manto de la Virgen.
Nadie
se muere en Mictlán
pregona
un merolito de la espiritualidad
en
el mercado Corona.
Nadie
se muere en Mictlán
me
dicen dos gemelas vestidas de blanco
en
la puerta de la catedral de Guadalajara.
Nadie
se muere en Mictlán
confiesa
un Cristo con los pies llenos de hongos
que
unas veces aparece rodeado de una lluvia de flores
y
otras chorreando sangre de su cuerpo desmembrado.
Nadie
se muere en Mictlán
ríe
el Santo Niño Jesús de la Salud
en
una urna llena de juguetes
que
emana una extraña luz azul.
Nadie
se muere en Mictlán
susurra
Santa Inocencia
vestida
con traje de primera comunión
mientras
un cura bulero le arregla
su
rostro de papel maché y yeso.
Nadie
se muere en Mictlán
proclama
un garitero disfrazado de sacerdote azteca
que
quema copal y hace limpias
en
la rotonda de los Jaliscienses Ilustres.
Nadie
se muere en Mictlán
canta
un sinsonte con sus cuatrocientas voces
desde
el dibujo de un billete de cien pesos.
Nadie
se muere en Mictlán
carcajea
un demonio de los de cuernos, tridente
y
barbas de chivo disfrazado de Dante Medina
en
la María Bonita de Zapopan.
Nadie
se muere en Mictlán
masculla
un conejo blanco
que
me hace señas para que lo siga
hasta
la cantina La Fuente, en la calle Ancha,
donde
unos borrachos cantan
Ay
ay ay ay, qué bonita es esta vida
y aunque no sea para siempre
si la vivo con mi gente
es bonita hasta la muerte con aguardiente y tequila.
y aunque no sea para siempre
si la vivo con mi gente
es bonita hasta la muerte con aguardiente y tequila.
Nadie
se muere en Mictlán
murmura
Martín Ocelotl
condenado
por brujería
a
prisión perpetua en Sevilla.
Nadie
se muere en Mictlán
carcajea
Juan de Zumárraga
mientras
prende fuego a una montaña
de
libros aztecas que hablan de plantas sagradas.
Nadie
se muere en Mictlán
me
dice Juan Diego mientras bajamos del Tepeyac
entre
un laberinto de tianguis
dedicados
a la diosa de la fertilidad
donde
compramos rosas rojas de Castilla.
Nadie
se muere en Mictlán
gruñe
un jaguar que juega con un puma
a
cazar una serpiente de vivos colores
en
los jardines de la UNAM.
Nadie
se muere en Mictlán
bufa
un ratero que carga con la tapa de una coladera
del
Metro Red del Zócalo.
Nadie
se muere en Mictlán
insinúa
Panchita Guerrero
desplegando
todo su plumaje,
su
cara cenicienta, sus ojos vendados,
su
corazón de monte.
Nadie
se muere en Mictlán
me
susurra Mictecacíhuatl
mientras
rodea mi cintura con sus brazos
y
alguien nos hace una foto en Tenochtitlán.
Nadie
se muere en Mictlán
festeja
tocando su flauta Tezcatlipoca
mientras
subimos al templo de la luna.
Nadie
se muere en Mictlán
suspira
una vestida en la zona rosa.
Nadie
se muere en Mictlán
me
dice la flor invisible del corazón
en
la que todos vivimos,
me
dice la que mira y nos encuentra
por
mucho que nos escondamos,
me
dice el dueño de lo cerca y lo junto,
la
señora donde caben todas las cosas.
Nadie
se muere en Mictlán
en
el mundo cimbreante
donde
somos vibración,
visible
e invisible,
armónico
y disarmónico latir,
sonar,
retumbar, extender la música
que
hace crecer la semilla de lo mismo
en
lo mismo, carne de la carne del señor de la carne,
Teonanacatl.
Nadie
se muere en Mictlán,
puedes,
a lo más, perderte, equivocarte,
sentir
amnesia, cambiar de piel,
reconocer
otros corazones en el tuyo,
ignorar
qué haces ahí,
buscar
el abrazo de tu madre
para
que te diga que todo está bien
pero
nadie, nadie
se
muere en Mictlán.
-
1Mictlán, (en náhuatl: mictlān, ‘'lugar de muertos'’‘mik- 'muerto'; -tlān locativo’) tras una larga trayectoria que transcurre por nueve infiernos, inframundos o estratos subterráneos, los muertos se liberaban finalmente de su "tonalli", una suerte de alma, logrando así el descanso en este último recinto sagrado donde viven los señores de la muerte Mictlantecuhtli y Mictecacíhuatl.Antonio Orihuela. Salirse de la fila. Ed. Amargord, 2015
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