para Dante Medina, que me
dijo que no fuera,
para ti, que me
llevaste de la mano
La poeta de la
calle Colima que no saben si la buscan por sus versos o por sus tetas,
el mesero
despedido que apedrea la vidriera del restaurante La Bodega,
el
conferenciante ante el auditorio vacío de la capilla Alfonsina,
el califa que
le arrima el molusco a su enamorada en el último vagón de la línea 7,
el tamalero
que habla en el Telmex público junto al café La Habana,
el
cumbianchero del pesero abarrotado por Reforma,
la que vende el monchis en el trole de General
Anaya a Taxqueña,
el teporocho
que apura su cuarto tequila en el De boca en boca de Bucarelli,
el chómpiras
de libros en El Sótano de Coyoacán,
la fufurufa
que se rasca camino de los lavabos
de la
Biblioteca de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM,
el que vende
libros anarquistas en la puerta del auditorio Ché Guevara,
el enamorado
que pasa por la calle Corazón de Niño,
el cansado que
se sienta en una banca de la Alameda,
el arquitecto
que extiende sus planos en una casa de la Condesa,
el tiburón que
ronda por los antros de la Zona Rosa,
el achichincle
de un político que ha sido citado en Polanco,
el narco que
mira el agua de su piscina en Lomas de Chapultepec,
el chimuelo
que se cuenta los dientes
en el lavabo
de la cantina Mi Oficina de la avenida Texcoco,
el malafacha
que escupe en la avenida Niño Perdido,
el pendejo que
se rasca los huevos en el Monumento a la Revolución,
el viejo puto
que se mira las uñas en Juan de Dios Peza,
la chacha que
camina por la Glorieta de Insurgentes,
el padrote que
conduce su bote por Jesús García en dirección a Garibaldi,
el que mira un
fantasma con ojos de lago en Tlatelolco,
la embarazada
que se toca la barriga
mientras vende
enchiladas en La Lagunilla,
la chava que
llora desconsolada en la boca del metro Santuario,
el estudiante
pobre que chupa internet
debajo de los
toldos del patio de la Biblioteca de México,
la profesora
que llega tarde a su clase en el claustro de Sor Juana,
el ñero que
jetea detrás de los setos de la fuente del reloj del parque México,
el vendedor de
gorditas del mercado Sonora que termina el día
con cien pesos
en el bolsillo y los pies embotados,
la piruja a la
que se le suben los gemelos mientras espera a su tarzán
en el
Monumento a la Revolución,
el chemo que
le pega a la mona en las banquetas de la calle Magnolia
vestido con
una camiseta mugrienta del América,
el chacal que
acaba de bajarse una cartera en el metro Bella Artes,
el bato con la
cara llena de barros que se mira en un vidrio de la Avenida Juárez,
la chancla que
no sabe qué comprar en el multiregalos de López,
el que le
chuta a la pelota sin saber si esa tarde habrá para una cascarita
en la
preparatoria 7 de Ezequiel Chavez,
el chamaco que
empuja su diablito por Calzada de la Viga,
los huelguistas
arracimados en el zócalo,
la que le
quema las patas al diablo en San Pedro de los Pinos,
el buchón que
renta un cuarto en el 8 de la Bondojito con una mariposa dentro,
el que entra
en un changarro en busca de Miguelitos y Chipiletas en Niños Héroes,
la que te hace
un chongo por doscientos o un guaguis por cincuenta pesos
en la Estética
D’Alberts de la calle Alfarería,
la cachetona
que reza a un niño Jesús vestido de rosa en la esquina de Panaderos,
el chichinflas
cubierto de sangre que busca un dispensario en Tepito
pidiéndole
paro a San Juditas,
el soplanucas
que busca chavos en el Parque Hundido,
el pacheco que
se tambalea mientras fuma su último Delicados
y habla con la
estatua de Cuauhtémoc en el cruce de Insurgentes con Reforma,
el gallego que
busca su hotel en Revillagigedo,
el molacha que
pasea su hambre por la calle Moneda,
el macuarro que busca el cielo en su botella de
tequila
en una
habitación del hotel Nevada de la calle Soledad,
el empleado
del Seven Eleven de Río de la Loza que le compra
una chaparrita
de mandarina a la comadre del tianguis de enfrente,
el que escribe
cartas de amor en la plaza de Santo Domingo,
los cuates que
acaban de coger en un cuarto de vecinos en Donceles,
la empleada de
la Gandhi de la Madero que cruza la calle en dirección a la óptica Rex,
la que sale de
tomarse su café en el patio del Sanborns de la Casa de los Azulejos,
el culero que
te deja botado en Bolívar con 16 de septiembre,
los gemelos
que pasean de la mano por la calle Misioneros,
el vendedor de
escudos heráldicos en la banqueta del Palacio Postal,
el pendejo que
te da un abrazo sin conocerte
y sin venir a
qué en La Mascota de la calle Bolívar,
la fichera que
baila contigo por un tostón en la cantina Dos Naciones,
la que aspira
caspa del diablo en el baño de Las Pecosas en república de Cuba,
el chúntaro
que se mete pala tras pala en el Barba Azul,
el que juega
al dominó en el Covadonga de Puebla con Orizaba,
el que se
sumerge en la multitud de la calle Tacuba haciéndose un jalapeño,
el teporingo que toma su mezcal con sangrita
mirando al
techo del bar La Ópera en 5 de Mayo,
la trans que
imita a la Leona Dormida
en el Wawis de
Eje Central con Plaza Garibaldi,
el cocodrilo
que sale de los servicios del Río de la Plata con la gripa colombiana,
la clavada que
busca un tema de Amanda Miguel
en la rockola
de Los Jarritos de la Allende,
el curita que
entra en el Marrakech de la calle Londres,
el que se da
un jalón mientras repella una pared en Darwin,
la neta que
canta una rola triste por Las Cruces,
el escuincle
que duerme bajo un arbolito agonizante en la colonia Anáhuac,
el que se acaba
de comprar un picadero en la calle Moneda,
el jarcio que
ve alejarse la belleza por la puerta del restaurante Los Delfines,
el vagonero
que pega la cara a los cristales de las tiendas de la calle Chihuahua,
el patrullero
de la chota al que se le hincha la gana un chingo por la Durango
y le enseña la
charola a un chato en un vocho para que le dé varo,
la morrilla
que zopilotea por la plaza Río de Janeiro,
el mariachi que
pregunta por una casa en la calle Guadalajara,
el jarocho que
se coloca bien el nudo de la corbata en la avenida Sonora,
la petacuda
que agarra con fuerza su bolso
mientras se
pierde en dirección a la calle Cuernavaca,
el matón que
huye hacia el norte por la avenida Oaxaca,
el chalán que sube las trapas del Salón Madrid
frente al
Palacio de la Inquisición,
el pelado que
descarga una caja de mezcal Mano Negra en república de Venezuela,
el lurias que se rasca su sarna en la puerta de
la iglesia de Nuestra Señora de Loreto,
la araña que
se cambia de compresa en un vagón del metro La Raza,
el choncho que
acude a su clase en el Ricardo Flores Magón,
el que vuelve
de Tlalpan sin que haya podido enchufar una changa,
el tortero que
las hace de crema junto a la casa del
Lago,
el pingo que
mira los voladores de Papantla del Museo Nacional de Antropología,
la lambiscona
que limpia las mesas de la fonda La Mesonera de la Versalles,
el funcionario
que sale del ISSSTE de Tres Guerras con una chela en la mano,
el ponchado
que pregunta por una chamba que no encuentra
en la talachalería La
Nacional de la calle Atenas,
el puñal que
espera sentado en una caja de frutas
enfrente de El
Huequito de la calle Ayuntamiento,
el gandallita
que anda armando mitote
en las escaleras
del mercado de artesanías de San Juan,
el recadero
que carga con una caja de chiles chipotles por el mercado de Delicias,
el pollero que
despacha en la calle Buen Tono,
el güevón que
mira el edificio de la CGT en Arcos de Belén
sin que
acierte muy bien a saber si lo están construyendo o destruyendo,
el de tacuche que entra preguntando por tinta
amarilla en una papelería de Mixcalco,
la suripanta
que trabaja en un dancing de la colonia 10 de Mayo,
el güero que
entra en el hotel Marlowe de la avenida Independencia,
la tortita que
tiende los chones en el balcón de su casa de Nigromante
esquina con
Bolívar,
el que entrega
unas monedas y una bolsa con las obras completas de Eunice Odio
al basurero de
la calle Corumba en Lindavista,
el zonzo que
se muere por cachorrearse la bata
junto a la
fuente del jardín Artes Gráficas en la colonia Doctores,
la vendedora
de gorras que pasa la bacha en su tianguis del callejón de San Nicolás,
el que chifla
bajo la torre Pemex de Bahía de Ballenas,
el merolico
que transa mota en Canal,
la que mira
México desde el helipuerto de la Torre BBVA Bancomer,
todos, todos
sufren,
pero al apagar
la luz
esperan que
una llama mucho más grande se encienda
en la
oscuridad.
Antonio Orihuela. Salirse de la fila. Ed. Amargord, 2015
No hay comentarios:
Publicar un comentario