Astillas
El sonido
que todo
lo unta de
nieve.
El mirlo y
su canto líquido.
La espiral
ilimitada
donde las
materias últimas son inasibles astillas de luz.
El ojo que
llega a la línea combada del infinito,
latiendo
aquí. Aquí, latiendo.
La mente que
tanto ignora, la mano que tanto sabe.
La boca que
tanto gusta de besar las palabras.
La energía
luminosa que desprenden los cuerpos
que traspasan
sin mancha la luz negra del odio.
La materia,
a cada instante, haciéndose amor humano.
Música de
una nota
Una nota
circular reverbera en mi cráneo.
Quedo envuelto
en sonidos como queda el jazmín
envuelto en
su perfume.
Quiero
bailar como bailan las hojas
de los
álamos blancos,
mientras las
sacude el golpe de una mano que es capaz de atrapar
el tiempo acompasado
que, desde lo desconocido, sube.
Una obertura
y un mirlo. El trino de los laúdes
en mi cuerpo
resuena cuando llega la hora
de los
despojamientos.
Y el vaso que
me ocupa, de pronto, queda vacío.
Horizontes
Me acerco al
horizonte y ya no está.
Huye como rebaño
de gacelas sorprendidas.
Siempre está
allí el horizonte, en el lugar exacto a donde no se llega.
O a la
espalda, en el lugar oculto donde vive lo que nunca ha existido,
lo que no
tuvo forma.
Conozco a quien
logró alcanzarlo y atravesar sus gasas.
Se miró en el
espejo donde muere la muerte
para ser la
mirada de lo recién nacido.
Donde brilla
la belleza encadenada con cantares primeros.
Donde sigue
latiendo la palabra, que reza
a través del
susurro de los palmerales.
Restitución
de la inocencia
La triada de
un acorde atraviesa los cristales impuros.
No se
detiene ante los farallones turbios del sol negro.
Ocasiona el
vuelo exacto y locuaz de las abejas.
Hace una
espiral de sílabas de los versos meditados.
Nace el
ritmo y la cadencia de los relojes de arena
cuando asumen
el milagro
callado de los
espejos.
Cuando despojan
de cáscaras
a lo vestido.
Restituye
los colores que nos fueron saqueados.
De un solo
golpe comprende un resplandor de belleza.
Sólo
pregunta a la luz, a la verdad que responde.
Se hace
cálida la nieve.
***
Reaparece en
el timbre, en los matices
desdoblados
de esa voz
que me suena.
Pablo Guerrero. El porteador de sonidos. Ed. Maia, 2017
No hay comentarios:
Publicar un comentario