En una calle empedrada
de la mejorable Santa María
todas las puertas abiertas
y las televisiones
encendidas.
Una niña vestida,
desnuda cerebral,
grita compungida ante la tele
donde llora una mujer.
Las teleseries,
como la madre tumbada en el
sofá,
envenenan todos los días,
cuando el padre acomodado en
la barra
bebe a destajo
bajo otra tele encendida.
Si se dan cuenta
las teles no son más
que los nuevos todos.
El totalitarismo en colores.
Las pollas y las vaginas.
La izquierda y la derecha.
El cura y el ateo.
La puta y la virgen.
Y mientras se deciden
yo camino por una calle
empedrada
donde el sol golpea tanto
que no hace falta
ni caer en la tentación
de mirar las teles:
los sueños eclécticos
de una población adormecida,
afeminada a la antigua,
homosexual depositaria actual,
políticamente correcta hasta
la arcada,
donde el sueño no es más
que salir en la tele
aunque sea de público.
Fotografía de Carmen Lourdes Fernández de Soto
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