documentos de pensamiento radical

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sábado, 25 de junio de 2022

CALLEJERO DE MANGLAR de ALBERTO GARCÍA-TERESA (3 fragmentos)






CASCADA, 2




Se abren y se cierran agujeros en los muros de Cascada, 2. ¿Siguen algún tipo de patrón? ¿Se trata de una especie de código morse que emplea la casa? Y, ¿qué dice? Pero, sobre todo, ¿con quién se está comunicando?








MESETA, 2







Nadie apostó en su momento por que la extravagante vivienda de Meseta, 2, pudiera aguantar más de una semana. La propietaria decidió levantar su casa con recortes de periódicos, que entrelazaba según se vinculaban acontecimientos, personajes y consecuencias. Sin embargo, ahí permanece la casa; en pie. Resiste porque está construida con la memoria.








LAVANDA, 2




Un monumental libro resulta Lavanda, 2. Todas sus paredes narran una historia apasionante en la que se entrelazan varias generaciones y que termina por revelarnos el secreto del origen de la existencia. Pero el relato no está escrito con palabras. Pasó desapercibido durante años hasta que, casualmente, un amigo ciego visitó a los residentes. Al palpar las paredes, se dio cuenta de que el gotelé, en el fondo, seguía una estructura lingüística y, sin dificultad, comenzó a descifrar aquel idioma y la absorbente narración que mostraba al tacto la vivienda. Ahora, alentados por la fabulosa epopeya que contienen sus paredes, los vecinos se congregan bajo su techo para que el invidente se la lea cada invierno que se aloja en el pueblo.



Alberto García-Teresa, Callejero de Manglar (Lastura, 2022).



1 comentario:

  1. SUEÑO MARINO

    La cama era para él un océano, incluso cuando estaba despierto. Las mantas se ondulaban como las olas. Las sábanas espumeaban como las rompientes. Las gaviotas caían en picado y pescaban a lo largo de su espalda. Hacía bastantes días que no se levantaba y todo el mundo estaba preocupado. No quería hablar ni comer. Sólo dormir y despertarse y volver a dormirse. Cuando fue a verlo el médico, se le meó encima. Cuando fue a verlo el psiquiatra, le lanzó un escupitajo. Cuando fue a verlo un cura, le vomitó. Finalmente lo dejaron en paz y se limitaron a pasarle zanahorias y lechuga por debajo de la puerta. Era lo único que quería comer. Los demás habitantes de la casa bromeaban diciendo que tenían un conejito, y él les oyó. Cada vez se le aguzaba más el oído. De modo que dejó de comer. Empujó la cama hasta ponerla contra la puerta, para que nadie pudiera entrar, y luego se durmió. Por la noche los demás habitantes de la casa oían el silbido de los huracanes al otro lado de la puerta. Y truenos y relámpagos y sirenas de barcos en una noche de niebla. Aporrearon la puerta. Intentaron derribarla, sin conseguirlo. Aplicaron la oreja a la puerta y oyeron gorgoteos subacuáticos. En la cara exterior de las paredes de esa habitación empezaron a crecer algas y percebes. Comenzaron a asustarse. Decidieron encerrarlo en un manicomio. Pero cuando salieron por el coche descubrieron que toda la casa estaba rodeada por un océano que se extendía hasta donde alcanzaba su vista. Océano y nada más que océano. La casa se balanceaba y cabeceaba toda la noche. Ellos se quedaron apretujados en el sótano. Desde la habitación cerrada les llegó un prolongado gemido y la casa entera se sumergió en el mar.

    Sam Shepard

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