El haiku, poema japonés por excelencia, con su forma característica, 5–7–5, es una fracción del mundo donde el orden parece haberse impues- to al caos, la revelación a la rutina, y une cosas lejanas entre sí como la luna y el plato de sopa, la soledad del crisantemo y la ética, la tormenta y las hojas de los plátanos, etc. El haiku procede del hokku, primera estrofa de un poema renga, larguísima secuencia colectiva, que tiene su cé- nit en la antología Shin-Kokinshû (hacia 1205). En el renga ya aparecen la homofonía, los jue- gos de palabras, las metáforas, las expresiones esenciales y las expresiones secundarias, y natu- ralmente las reglas para las categorías poéticas. Matsuo Bashô (1644-1694), el máximo poeta del haiku, se formó como poeta del renga:
en el jardín
los cerezos en flor
y en mi memoria
***
¡ábrete, tumba!
Sólo el viento de otoño escucha mi llanto
Es conocido que el haiku nace enmarcado en un contexto cultural específico como es el zen, con sus ceremonias asociadas al té, la asimetría, el shôdo o caligrafía con pincel, la luz como elemento fundamental en la creación de un espacio, la observación del instante decisivo en la Naturaleza, la meditación sobre la fugacidad de las cosas. Se afirma en el corpus del budismo que las tres características de la existencia (sufrimiento, impermanencia y ausencia de yo) también son cualidades impersonales. Ningún estado es permanente.8 Escribe Masahide:
ardió mi casa
nada me impide ya
gozar la luna
Heráclito propuso una teoría que afirmaba que el cambio era fundamental en el universo, y que el único principio perdurable era el logos. Para el budismo la diversidad que observamos es real, aunque todo está interconectado, ya se trate de materia, energía o mente. La idea de la teoría cuántica acerca del «entrelazamiento de partículas» tal vez sea la más cercana a la percepción de la unidad esencial de toda la materia. Escribe Bashô:
al despertar
qué alegría:
estar vivo y no ser nadie
Y quienes se han sentido subyugados por la espiritualidad zen también se han sentido inclinados por la escritura plástica que capta un momento de magia, la irrepetible belleza en la conjunción de dos elementos. Así, Octavio Paz, que nos trajo la sabiduría de los sutras, escribe:
y por la tarde
vendrá Manet a pintar
colores verdes
O la poeta Aurora Luque, quien compone:
de aquel verano
conservo las sandalias
de cuero azul
Juan Manuel Barrado. Todo es agua menos el agua. Ed. La Moderna. 2022
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