para Nega y Arantxa Tirado
¿Ha muerto la clase obrera?
Los trabajadores no, pues están ahí.
¿Pero alguien se acuerda de la clase obrera
si no es para denigrarla, parodiarla o burlarse de ella?
La izquierda se quedó sin imaginario
y la derecha ha llenado ese hueco
con la limpieza de la raza, la patria,
y el peligro de la inmigración.
¿Es que acaso ha desaparecido la opresión,
la explotación o la alienación?
¿No es hermoso pertenecer a una clase
que tiene como misión histórica
conducirse hacia la libertad,
la igualdad y la fraternidad
nunca alcanzadas por el capitalismo,
empujar desde donde la burguesía,
feliz con sus privilegios,
dejó a la humanidad abandonada a su suerte?
¿No es hermoso pertenecer a una clase social
que puede funcionar sin jefes?
¿No es hermoso pertenecer a una clase social
que puede parar la producción cuando quiera?
¿No es hermoso pertenecer a una clase social
que cuando decida sacudir sus cadenas
liberará además a toda la humanidad de ellas?
El punki radical, el estudiante de filosofía
y el profesor de políticas lo saben,
pero no serán ellos los que tumbarán el sistema,
el sistema caerá cuando las amas de casa,
los agricultores, los ganaderos,
los camioneros, los reponedores de almacén,
las camareras, las cajeras y los fontaneros
se junten en las plazas y, en asamblea,
decidan marchar contra las comisarias,
ocupar los bancos, dinamitar la televisión.
Antonio Orihuela
Conviertes la agitación de la rabia en la calma del místico.
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