COMO AYER, el fuego dislocando
el movimiento de la
mañana.
Eruditos teóricos en el estrado
y detrás del cristal,
como antes de ayer,
la
industria de a pie
dejando encima,
por los aires, debajo
del puente,
su
resistencia.
Y mañana apuntaré
sinsentidos en los papeles
mientras oigo la
triste guerra local,
la cotidiana;
mientras miro un
rostro
definitivamente obligadamente serio
y pienso que:
el mañana
necesita una escayola.
ENTRE DOS PÁGINAS
llegó otra fracción de ti,
transfigurada.
Los pétalos planchados
bruscamente
aplastan su pena
cara a cara,
envés a envés.
La
amapola
está granate.
Metamorfosis
de amor
en soledad.
LOS OGROS
también sufren;
aunque tengan castillo
con
frutales y
sean
amigos de los niños.
Creerás que por ser tan grandes
las penas se
les encogen
y en realidad,
es
que tienen más piel,
más alma,
más
lágrimas de algüí
y media penita
tuya
es
suficiente
para que el ogro
saque una
sábana con bordes
de colores
y moquee tempestades
sobre ella.
Y los
aprendices de ogro…
ya ni te cuento.
Encima de que aún
no son grandes
empiezan a sentir
el peso noble de los solos
desde
que son pequeños.
Además su
rugido
es
todavía una ridícula estela
de garú que
ni
levanta ríos
ni
despierta atención
entre las gentes.
Que los ogros sufren,
y los
aprendices de ogro…
qué os vamos
a contar.
ABRIÉNDOME CAMINO
entre zarzas de agua
y ortigas blancas
llegué a
Zurl.
Me recibieron curvas
grises,
charcos perfectos,
espejos y esmeraldas
que
bizqueaban
por la noche.
Y me extrañé
de no reconocerme
en mi país,
de
sentir
que los quistes de color
no iban a
explotarme
en
plenos labios
si tú estabas conmigo
Zurl se abriría
solamente
si era mi unicidad
la que
llamaba.
Y a ti,
sin las dos eles
te
quería.
Y a Zurl,
él era mi pliego
en esta bahía de
cuadrículas
y gabardinas.
Saqué la moneda,
el día ennegreció
hasta
pudrirse
y estallé
en
lluvia.
Aurora Vélez García. El iris de la i. Ed. Torremozas, 2018
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