Hormiguero
Una reina oculta marca los ritmos de la vida.
Tres mil bajo la sombra
de bocinas sin rostro…
Movimientos perfectos.
Coso sin respirar, tejo deprisa,
encajo conexiones en vuestra conversación
y microchips rebosantes de veneno.
Tiño tu apariencia y la de nuestros ríos,
sueldo su fotografía,
pego cientos de etiquetas
que os acompañarán día a día, ignoradas en bolsos
con estilo.
Un hilo de tinte tóxico pegado a mis pulmones,
que son el dobladillo de tu pantalón última moda.
Tienes y compras.
Perfectas obreras te persiguen.
Maquinaria puesta a punto
para cortar
existencias, los sueldos del hormiguero, la vida.
Un enjambre de hormigas funcionando
bajo el toque
de megáfonos sordos.
Impecables asalariadas del “todo a cien”
junto a tu casa.
***
Los sintientes
Aquí os presento mi mano sin brazo,
no protegerá ninguna cría.
Suelta, floja…, entre movimientos compulsivos
a la deriva de neuronas
que perdieron su gran delicadeza.
Suavidad cortada por mis iguales y una cuchilla.
Aquí está este dolor cuasi humano
en las extremidades,
esta tristeza de mirada ciega.
Contrabando de mercancías sin código de barras.
Mi mano junto a colmillos agolpados
entre cuernos solos, unicornios que lloran.
Marfil blanco en vagón negro,
transportando un trozo de África hasta tu casa.
¿Qué hace mi pena en un lugar
de moda?.
Llamo a la puerta. Con la otra mano pulso
tu timbre: ¿dónde están los derechos de los sufrientes?
Pregúntate por la humanidad de nosotros,
los primates del safari, por la indefensión
de mamá rinoceronte ya sin cuerno,
por la inteligencia de los escasos elefantes en tus fotos.
Luego, tras la siesta interrumpida,
revisa los amuletos
del verano.
***
Tinta verde
Penetrar la selva posee significado
simbólico, como una alegoría de los sentidos.
Quiero invitarte. Rebozar nuestro espíritu
salvando apenas una mácula en la topografía.
Incitarte con tristeza, antes de que la mancha sea invisible
al actualizar el mapa
y tengamos que pintar con tinta verde ese hueco.
Observo tu interior.
Una chincheta roja atraviesa la pared
del planisferio.
Despliego la carta de tu hidrografía.
Peligro crítico, me dices.
Ante nuestros ojos se esfuma
una gran extensión del trazado.
Sistema de roza y quema fragmentando tierras.
Época colonial, me dices.
Época colonial mientras se tala tu árbol preferido,
se siembra palma aceitera,
de las entrañas se arranca oro,
diamante puro –como tu interior- o bauxita.
Comercio de minerales y otras especies,
me dices.
Angustia en tu mirada. Se nos acaba la tinta verde.
El hueco a rellenar es muy grande
porque el síndrome de “bosque vacío”
progresa.
Caza ilegal entre gente desesperada.
Señalas el punto que se mueve,
entre coordenadas aparece ese gorila
enfermo,
buscando refugio en un bosque
inexistente.
Corre huyendo del coltán
que trae humanos a nuestro atlas,
humanos que ocultan niños en galerías,
rifles que vigilan caobas mordiendo el polvo
y domestican hipopótamos pigmeos.
No tenemos tinta verde para vivir esta alegoría de los sentidos,
ingenuo idilio. Una carrera contra el tiempo.
Tinta verde para que no desaparezca el planeta.
Tinta verde para reconstruir África.
Nos falta tinta verde en el tintero.
***
Merienda
He visto moverse la taza,
té de las cinco-azúcar de caña-amigos felices.
Ha salido un plano marcado.
Un punto.
El Sur se queda sin matorral esclerófilo
para abastecernos de rooibos, cual flor
cortada sobre
jarrones mustios.
****
Mirada inquieta
Una isla como continente.
Solos en este recinto de límites salados,
pértigas biológicas hacia el infinito
acecháis, turbados por los acontecimientos.
Lémures inquietos. Mirada penetrante
escrutando el terreno, buscando nuevas especies,
esas que los científicos han descubierto en la última década,
más de seiscientos nombres nuevos que vosotros
ya conocíais.
Mirada colectiva a la pobreza desesperante que os envuelve
entre sobrepoblación del medio y agricultura intensa.
Miedo, caza furtiva para obtención
de carne. Animales silvestres extinguidos.
Como testigo, un amigo del pasado,
el pájaro Dodo de la cercana Isla.
Terror en las pupilas, llegan horribles especies,
perros, gatos, ratas…
Intimidad insular para preguntaros: ¿de dónde vienen?
¿les gustarán mis crías? ¿saquearán los nidos
de la mitad de los camaleones del planeta
que aquí habitan?
Compasión. Mirada inquieta entre dudas…
No cesa la comercialización de madera,
las excavaciones no cesan noche y día…
La soledad del crepúsculo alberga un interrogante:
¿qué pasará con los baobabs endémicos de esta tierra,
esos que polinizan lémures nocturnos,
nuestros primos...?
***
LEVE CONCLUSIÓN
La tierra sangra
tinta verde
reduciendo su tamaño,
como si un aullido gutural
se perdiera, poco a poco, en el universo.
Lola Callejón. Tinta Verde. Letra Impar, ed. 2017
Fotografía de Carmen Lourdes Fernández de Soto
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