Vivo el
tiempo como si fuese un mar,
y el mar
como si fuese una mano tendida.
El aire
mueve las ramas
del tiempo.
La tierra
acoge raíces
del tiempo.
Los pájaros
pasean
la velocidad
del tiempo.
El lago de
la gruta que una gota ha creado
explica
la paciencia
del tiempo.
Amo el
tiempo extendido.
Amo el
tiempo
lentamente
abarcado.
No conoce
balanza.
No pasa el
tiempo nunca.
Sólo pasa mi
tiempo.
***
Asombro y
maravilla.
Miro
mis ojos
por primera
vez.
Fiordo inesperado.
Jardín
inesperado.
Abubilla
inesperada.
Herida
inesperada.
Armónica inesperada.
Langosta inesperada.
Aljibe
inesperado.
Asombro y
maravilla.
Miran
siempre
mis ojos
por primera
vez.
***
Como un
zahorí
siento las
venas del agua.
Entre mis
manos sostengo
los bastones
de la lluvia.
Para varear
la tarde
y que caigan
en racimos
milanos,
sentidos, nubes.
***
Salgo a la
noche a mirar la muralla,
a adivinar
los astros
tras el
crespón de la lluvia.
Suenan
bambúes
sobre las
ramas
de la noche.
Los acordes
de agua,
el compás de
la tierra,
has de
guardar si te digo
que para ti he
recordado,
cuando
estabas ausente,
todos los
nombres
que me
recita
la voz del
agua
en la
madera.
***
Calostros
blancos, pan de centeno
y pueblos
que perpetúan
los abrazos
de la tierra.
Las águilas,
las noticias
de los mapas
de las nubes
pasan sobre
la cortada.
Me turban
cuatro
pinzas de herrumbre
en los
cordeles.
Vuelve
el olor de
los momentos
de casas
enjalbegadas,
de parras
secas.
Un mastín
sigue ladrando
a los bultos
de la sombra.
Y algo echa
a andar
solamente
porque algo
termina.
Pablo Guerrero. Las letras de morella. Ed. de la luna libros, 2014
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