Bajo el cascarón de la
postmodernidad se fríen hoy tortillas conceptuales cuando menos paradójicas,
con idénticos conceptos, la postmodernidad elabora un collage que lo mismo
sirve para calificar al nihilismo que al fundamentalismo, a la globalización y
a los estudios que celebran lo local, al fin de la Historia y a la continuidad
de los historicismos, a la aniquilación del sujeto y a la conmemoración del
narcisismo cómo único horizonte vital, a la omnipotencia del mercado y la
defensa medioambiental, a la desaparición de lo político y la conmemoración de
lo político, a la exaltación de lo líquido y el entusiasmo por el peso de la
industria militar, a la desmaterialización de la economía y los 500 millones de
toneladas de hormigón que cayeron sobre la geografía española sólo en el año
pasado.
La
encarnación del pensamiento postmoderno es, sin duda alguna, Amazon. Esta
empresa vende por internet todo tipo de libros, de extrema derecha y de extrema
izquierda, conservadores y revolucionarios, teístas y anticlericales. En los
estantes de Amazon el neoliberal de éxito se da la mano con el filósofo del
decrecimiento, la biografía de folclórica con el último premio Nobel, el
curandero esotérico con los libros de física cuántica y la Biblia con DVD’s de pornografía.
La única convicción que vale en Amazon es venderte lo que quieras comprar.
Amigos y enemigos son clientes de la misma multinacional del lucro, aquí de lo
que se trata es de contribuir al éxito del negocio hasta el punto que el libro
más crítico que se ha publicado contra esta multinacional: En los dominios de Amazon, de Jean-Baptiste Malet, también se puede
adquirir la página de dicha empresa.
Viéndolo así, bien
pudiera ser que en España nos hubiéramos adelantado a la postmodernidad cuando,
hace años, se crearon dos nuevos ministerios, el de Medio Ambiente y el de
Vivienda, ambos sin competencias reales sobre los que debían ser sus
respectivos ámbitos de actuación, pero utilísimos para ayudarnos a convivir con
los problemas ecológicos-ambientales y los derivados del encarecimiento de la
vivienda a través de oportunas campañas de imagen. El cinismo como política de
Estado no es nuevo, descubrir que el jefe de la policía es el mismo que el jefe
de los grupos revolucionarios tampoco debería serlo, al fin y al cabo, ¿qué
puede quedar al margen del poder, qué puede ser excluido o no ser representado
en nuestra sociedad? De lo que la política no se encarga, como nos recuerda
Carlos Arenas en su novela Las Sierpes,
se encarga la policía.
Antonio Orihuela. Palabras raptadas. Ed. Amargord, 2014
Fotomontaje de David Pielfort
Fotomontaje de David Pielfort
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