Mucho menos conocido es
el plan mejor guardado de la dictadura franquista, tal vez por haber sido
también continuado por el Estado democrático surgido de la transición. Nos
referimos a la destrucción no sólo del patrimonio material de los anarquistas
españoles, sino también a su persecución y aniquilación física y espiritual
hasta hacer desaparecer esa otra manera de pensar, de estar, de entender y
practicar esa sociabilidad igualitaria y colectivista sobre la que los
anarquistas querían edificar el mundo nuevo. Desprestigiados por idealistas.
Desautorizados, estigmatizados y perseguidos por violentos. Desaparecidos ellos
y sus prácticas, la silueta de los vencidos se conservó en la memoria popular
hasta poco más allá de lo biológicamente posible y aún ésta, tras siete décadas
de represión, miedo y descomposición material y moral poco tenía que oponer a
la visión mucho más interesada que desde el poder se había fijado de ellos y de
ese tiempo: El anarquista de la bomba y la pistola, el malhechor abominable que
sembraba el terror se construyó como propaganda desde los medios de
comunicación burgueses al servicio del Capital, pasó a la historia oficial como
otra herramienta más en la defensa y consolidación del Estado nación y,
después, sencillamente, el esperpento se convirtió en un personaje histórico
que hoy nadie discute en señal de supina ignorancia sobre lo que en realidad
fue el anarquismo para los españoles y especialmente para los andaluces.
Los anarquistas que un
día ostentaron la más alta autoridad moral, la que emanaba de su coherencia y
rectitud personal, de la confianza de sus vecinos y el compromiso con sus compañeros
fueron borrados como esa posibilidad que ellos ejemplificaron con sus vidas de
querer vivir en la Anarquía. Un vivir que nada tendría jamás que ver con el
Estado proletario soviético entonces reivindicado y admirado por la izquierda
europea, ni con una pretenciosa redención que sólo alcanzara a la clase obrera,
sino que, como queda dicho en un manifiesto de la FAI gaditana de 1933, en él
caben “todos los seres humanos, sin distinción de sexo, nacionalidad, edad,
profesión o posición social”, porque para ellos el anarquismo suponía el final
del egoísmo humano y el despertar a la armonía y la felicidad común, cualquiera
que hubiera sido la actividad o la posición de la persona en el capitalismo. El
7 de junio de 1936 tiene lugar en Jerez de la Frontera un pleno de la
Federación Provincial de Grupos Anarquistas de Cádiz, allí confluyen delegados
de Sanlúcar de Barrameda, Medina Sidonia, Alcalá de los Gazules, Lebrija,
Jerez, Sean Fernando, Paterna de Rivera y Puerto Serrano para decir esto mismo,
“que el hombre no es malo ni obra mal por naturaleza. Es el ambiente
capitalista el que lo degenera y, a veces, lo transforma en un monstruo”.
¿Pero quiénes eran
estas personas? En octubre de 1931 son más de trescientos mil los trabajadores
afiliados a la CNT andaluza, también hay abogados, profesores, artistas, son
muchos los que viven encandilados por el Ideal. En 1933, el comandante del
puesto de la Guardia Civil de Casas Viejas declara a la prensa que la tragedia
se veía venir “porque aquellos jornaleros estaban siempre leyendo”. ¿Qué queda
de aquellos hombres y mujeres que entregaron sus vidas a la Idea? Una figura
paradigmática de esta actitud fue reclamada por el estudioso José Luis
Gutiérrez Molina en su libro sobre la figura del chiclanero Diego Barbosa, campesino,
autodidacta, antimilitarista, vegetariano, animalista, naturista, nudista,
hombre de una sensibilidad social sin igual, novelista y articulista en la
prensa ácrata de los años veinte y treinta, tribunas desde la que denunció los
toros como espectáculo macabro y embrutecedor y el flamenquismo como fenómeno
alienante de las clases populares en la medida que las alejaba de todo
horizonte de redención. También se cebó en sus textos contra el trabajo
infantil, la prostitución, el alcoholismo, la democracia burguesa, los
gobiernos, las supersticiones religiosas, la explotación de los trabajadores y
sus malas condiciones de vida, mientras que en otros hace una encendida defensa
de la educación popular, la eugenesia o los derechos de la mujer y de la necesidad
de ésta de abandonar su papel subalterno y emprender el camino de su liberación... Barbosa desconfiaba de las
mayorías silenciosas, dominadas por la ignorancia, prestas a formar bajo el
látigo del poder y en torno a intereses que nunca son los intereses de los de
abajo, como ocurrió durante la Iª Guerra Mundial, esa brutal masacre de
obreros. Asesinado por los fascistas en 1936 hoy, Diego Barbosa, es sólo un
nombre en la larga lista de los olvidados que lucharon y soñaron con una
sociedad nueva.
Otro personaje
igualmente desconocido del anarquismo español es Isidre Nadal Baqués, alias
Llum de la Selva (18??-1983), rescatado del olvido por Eduard Masjuan en su
libro Medis obrers i innovació cultural a
Sabadell (1900-1939). Llum de la Selva, que conocerá de primera mano las
colonias tolstoianas de finales del siglo XIX instaladas en Cataluña,
participa, durante los años veinte, en la dinamización del grupo anarquista
Idea i Cultura, mientras se embarca en el proyecto de poner en marcha la Granja
Natura de Can Rull, que se convierte rápidamente en un gran huerto con árboles
frutales donde construye con sus propias manos la que será desde entonces su
casa, el Jardí de l’Amistat, un lugar para la reflexión y el intercambio de
conocimientos sobre la agricultura orgánica, el respeto a la naturaleza como
espacio sagrado y la extensión del ideario de la no violencia. Allí llevará una
vida ascética, frugal, desprovista de todo lujo material. En 1936 participará
en las colectividades agrícolas de Sabadell, construye una biblioteca que se
nutre de libros naturistas y pacifistas, impulsa proyectos de colonias
naturistas, agrícolas y artesanas para familias que quisieran vivir en pequeñas
comunidades con objeto de conseguir la autosuficiencia alimentaria en ellas y fundar
un régimen de vida basado en el desarrollo de la vida espiritual, el estudio de
la naturaleza, etc. sin acumular bienes y rechazando el uso del dinero que para
Llum eran dos de los más importantes factores de disputas y violencias entre
los seres humanos.
Antonio Orihuela. Palabras raptadas. Ed. Amargord, 2014
felicidades!! un gran trabajo que leo con emoción y gratitud.
ResponderEliminarToni
Gracias Toni. Un gusto compartir alimentos contigo.
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