Decía Ganivet, en su Idearium, que el ideal de nuestros hidalgos es llevar en el bolsillo una carta foral con un solo artículo, redactado en estos términos breves, claros y contundentes: "Este español está autorizado para hacer lo que le dé la gana". Nosotros no respetamos ley alguna; vivimos unidos por los lazos falsos de una religión que no sentimos y un espíritu nacional que no entendemos. Tenemos, además, a gala, el permanecer fuera de la ley, y tanto más medimos el valor social de un hombre cuanto más equívoca es su conducta cívica... Europa no puede definirnos como pueblo. Ser español es decir confusión, mezcla, audacia e hipocresía... He ahí por qué no amamos la ley. Las leyes no son nuestras, no hemos sabido dárnoslas, son muy ajenas a nuestro espíritu y carácter, no responden a nuestras costumbres, verdaderas dueñas de nuestros actos. ¿No es una novela el país que todo lo ignora, que ha ocupado cien años en matarse en riña fratricida... derrocando dinastías y mendigando reyes, sin maestros, sin mañana, sin luz, sin moneda?
Nos quejamos de Europa cuando la gran vieja que sabe tanto nos pinta como nos ve. ¿No estamos podridos hasta la médula? Vivimos sobre una pandereta, y cuando lo hemos comprendido nos enfadamos. ¿Por qué Europa dibuja nuestros gestos con rasgos flamencos? Y nos indignamos.
Eugenio Noel. República y flamenquismo. Antonio López Ed. Barcelona, 1912.
Nos quejamos de Europa cuando la gran vieja que sabe tanto nos pinta como nos ve. ¿No estamos podridos hasta la médula? Vivimos sobre una pandereta, y cuando lo hemos comprendido nos enfadamos. ¿Por qué Europa dibuja nuestros gestos con rasgos flamencos? Y nos indignamos.
Eugenio Noel. República y flamenquismo. Antonio López Ed. Barcelona, 1912.
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