Fórmula para la gestión proporcional de la vida
Dedíquese un tercio de la vida al sueño
Un tercio del salario a la vivienda
Un tercio del amor a la sospecha
Un tercio de las emociones al zapping
Un tercio de las erecciones al suicidio
Un tercio de las ojeras al miedo
Un tercio del miedo a los otros
Un tercio del sueño a las pesadillas
Un tercio de cada tercio al banco
Un tercio del destino a lo improbable
Y la mitad, solo la mitad de cada tercio de lo que somos, a tratar de parecernos a lo que deberíamos ser.
Lo que somos
Solo seremos lo que hayamos luchado. Cada una en su medida, en su trinchera, en su incómodo espacio de resistencia. Solo somos lo que ya hemos dejado de ser: la renuncia a lo adquirido, el desaprendizaje de lo adherido a nuestras pieles, la pelea cotidiana con un espejo al que nos enfrentamos sin saber. Solo podemos ser lo que anhelamos sin miedo: la apuesta por la vida, la defensa de la dignidad ajena, el cuidado delicado de la propia, la búsqueda incesante de la colectiva. Somos más de lo que creemos y menos de lo que tenemos. Somos. Y, al ser conscientes de que ser no es suficiente, andamos acomodando una forma de estar en este mundo cada día más estrecho, más violento, más imprescindiblemente cambiable. No somos hijos de nuestro tiempo, sino padres del porvenir. La siembra comenzó hace siglos y nosotros apenas continuamos aireando la tierra y regando la simiente. No es poco.
Día de elecciones
Cuando es día de votaciones me encierro en los armarios. Los recorro en busca de alguna certeza con alma de polilla. La oscuridad me ayuda a abrir los ojos. Miro con el intestino justo en las zonas donde los abrigos me recuerdan que ya es verano. Hace frío. Nada encaja en el armazón de mis convicciones. Tampoco pasa nada. Flexiono las rodillas para hacer (me) un ovillo con las (mis) preguntas. Al hacerlo, siento que estoy desnudo: no hay otra explicación para sentir mis gemelos rozando la piel de mis nalgas. Pienso en algo desagradable y me masturbo sin ganas para que la jornada dé sus frutos. Ya está, he botado parte del limpio pesar que cuelga de las perchas. Espero la señal para salir, pero los corifeos de la democracia andan silentes: la voz la empeñaron en las mentiras de campaña. Mi voz, la mía, también se queda muda en la noche de las constancias.
Jueves (10:06 a.m.)
La vida me arrolla algunos jueves. Comprender a la humanidad, evitar mi derrumbe, gestionar la tarifa infinita del móvil, convivir con la indolencia, sobrevivir a la torpe manía de sobrevivir, romper la monotonía, aprender a cocinar sin trigo, llamar a las cosas por su nombre sin que invocarlas hiera a los iguales, sacar la basura humeante por mi falta de cuidado, cuidar de las dos tristes plantas que flanquean el regalo del reposo… Demasiadas cosas insignificantes como para no gastar tres minutos en recordar que esta mañana olvidaste tu aliento en mi nuca y que, por tanto, tendré que lidiar el resto de la jornada con tu ausencia.
Paco Gómez Nadal. Inéditos
No hay comentarios:
Publicar un comentario