documentos de pensamiento radical

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viernes, 10 de julio de 2015

DIGNIVIVIRSE (7 poemas)





Ayer murieron los de siempre
los acostumbrados a perder en las listas del PNUD
los amansados por la pornografía bursátil de los telediarios
sí, también tres gobiernos de la llamada europa
y algún feligrés
            o algunos cientos
vieron deshauciada su dignidad hogareña.

Ay, no esperen esparcimiento de cenizas
            (son caros los rituales ¿y quién debería pagarlos?)
buscad ruinas pero aún así no habrá cortinas
que confirmen el humo
tan sólo telas viejas de renovados colores
las máscaras (¿le informaron ya?)
han dado paso al gesto fiero y arrugado.

Alguien abajo estará piedra en mano
otros esgrimirán sus papeletas entre los escombros
los hay que se robarán un pan y un litro de cerveza
            yo les conozco, sé de su buena fe
pues fíjense, para todos caerá su propia cruz
el castigo de encomendarse a dios
se rezarán latigazos y misas por los mercados
            y habrá purgatorios a cambio de nuevos créditos.

Abandono esta guerra
            recuerdo que pagan mal y nunca
            soy un mal-soldado de batallas-generales
y cavilo mis soluciones inmediatas.

Al dentista le he dicho que me pegue de nuevo
la muela postiza, que el otoño no es bueno
para la caída de los bolsillos.

Tengo ya dos plantas puestas en el mismo tiesto.

Saco una magdalena al quicio de la ventana
para que los gorriones no dejen de saludarme.

Mi amiga Ana se mudará de casa
para alquilar la suya
se meterá con los chiquillos
en casa de sus padres

En la plaza la gente teje
cazuelas de barro
y voces en almíbar.






Soy compañero anónimo de cualquier transeúnte y aliento ausente del albañil en paro. Soy también el que cruza los pasos de cebra en dirección opuesta y desconoce el sabor a cristales rotos de los hogares puestos en venta.

Aun así, mi siesta sigue siendo mi gesto animal, con el que invoco el placer adulto y la necesidad de niño frágil. Detengo coches, conversaciones, encuentros para seguir el abismo del sopor. Paréntesis inaplazable, sólo excitable.

En todos estoy como amigo, como vencido y como deseante. La jaula es la conciencia, el vuelo es mi siguiente paso. El mundo es en ocasiones frío, pero la tristeza y el desapego también son mis mantas.

No he venido a salvar al mundo, ni a salvarme de mí. Hay paradoja en cada bocado que se da con la  vida. Lo importante es no pedir prestados los dientes.




No encuentras trabajo:
            es que no eres suficientemente empleable
Se acaba la gasolina
            joder! Es que hay muchos chinos queriéndose
            comprar un coche
Te suicidas o dejas que te suiciden
            definitivamente quieres boicotearles sus estadísticas
            de paz social y bienestar
Te preguntas, sólo te preguntas:
            ¿es que acaso dudas de sus respuestas?
Les criticas:
            ¿te volviste estúpido?
Callas, silbas con otros y te pones a hacer:
            Entonces es cuando dejas de existir en sus formas publicitarias y empiezan
            las palabras de goma
            y las represiones “antiterroristas”




Pilotos cargados de explosivos. Conductores borrachos de civilización petrolera. Más alto, más
lejos, más mercantilizable. Más asfalto, detrás más tierra quemada, nadie en el retrovisor, ni siquiera
los muertos. Más nuevo, para que el cansancio y el hastío no construyan sus rebeldes arrugas.
El kamikaze afirma que va por su carril. Como un pelotón que se ajusticiase a sí mismo. Como un
broker que aguardase la cotización al alza de su suicidio.

El teatro admite sus apuestas. La locura consiste en afirmar que éste es el único papel cuerdo. Decir
paz y ponerse a distribuir ataúdes y gatillos.

El kamikaze ya no sólo es el que se mata, son todos los que arman nuestros pelotones de fusilamiento.





El hedor está por todas partes, no tenemos fuerzas para tirar de la cadena y ellos andan ocultando la mierda en los cajones de nuestra despensa. Regalarán ambipur y nos harán accionistas de un banco malo, entendiendo que hay bancos malos y otros perversísimos que no quieren oler a humanidad ni por asomo.
Entonces regalarán pinzas para la nariz y guantes de boxeo para mirar el mundo.
Lo terrible no es el olor que anuncian sus malas digestiones en el boletín oficial de los mercados.
Lo peor es que el alma se nos pudra y queramos subir a pelear en el ring de los insomniados.




Pasea el sol por Córdoba con su aliento de secador de pelo. El mismo sol que ayer acaloró Groenlandia y dejó un 3% de hielo. Es importante esta cifra. Coincide con lo que los economistas consideran necesario que crezca el PIB para que la gente encuentre trabajo más fácilmente, no toda la gente, pero sí bastante gente. 3% también como cantidad de hielo mínima para poder empezar a hablar de un auténtico whisky on the rocks por parte del 3% de habitantes que alfombran su casa con el 60% de la riqueza del mundo.

Asola el 3%. Miro una tele financiada al 3%, que son 300 puntos básicos si hablamos de deudas externas, que siempre hielan a los mismos, a los de abajo, a los que están ensombrecidos y con escasez de calorías que llevarse a sus bocas.

Me gustaría hablarles del Sol. Impresionante círculo de cualquier intrahistoria, carro solar de todas las culturas y de todas las fotosíntesis, hierba para la vaca, carne a mansalva  para los chalets adosados del planeta, pubertad explosiva como mancha de juventud, vejez paciente que chamusca las alas de los mitos vencidos y de los románticos acabados tras la fiesta de cualquier pueblo.

Sí, también es el sol caducado por los caraduras fascistas y los amaestradores del conocimiento. Hoy es 26 de julio de 2012, y aquí ando, viendo el sol de reojo entre las persianas, abducido por sus juegos olímpicos hechos de sol infértil en ventitrés pulgadas.

No seremos ni el 3% de vida del sol, todos los humanos juntos, en este preciso instante.

Lo peor es que no nos dejarán verlo ni vivirlo más allá de algún 3% que se nos caiga encima, como una prima de riesgo o un meteorito nuclear en forma de reactor 3, por cierto, de Fukushima.




Los cielos nublados son profecía de lluvia, pero la ciudad mandó callar la tierra sedienta y ahora no sabemos para qué queremos la primavera. La sangre también fue silenciada por los humanos. La modernidad inventó las sotanas industriosas y los paraísos recostados en los hombros y en las ubres de mujeres generosas como africanas, desagües pintados miel para que no fuésemos parte de nuestra podredumbre. Y el horror se hizo hábito, y su luz sombría nos habita.

Hay mañanas que me levanto con dolor de cabeza y no dejo de seguir amaestrando martillos para golpearme. El ciclo del orden es el precipicio de los cielos sobre nuestras cabezas y nuestros espermatozoides. Los aparcamientos están llenos, pero aún quedan pastillas por inventar y ropa que disimule el mal olor, la comodidad inservible. Soy un zombie que come alpiste. La manada impone los tiempos corrientes, de seres corriendo hacia corredores de la muerte.

Corro yo también hacia mis martillos, mientras suenan mis himnos mortuorios. Amo la derrota que me reconoce. Acumulo sed, nublo la tierra y asalto farmacias. La lluvia volverá para desvestirme.

Éste es mi pacto sagrado, la audacia de mi espera, la quietud de mi huida: el enfrentamiento vital contra el cadáver que llevo dentro.


Ángel Calle. Dignivivirse. Ed. Corona del Sur. Málaga, 2014

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