El cetro del rey
golpea el suelo
a ritmo
cuaternario.
Los hay que llaman
música a esta herida.
Bailan los siervos
de palacio
adornando con yugos
sus vestidos.
El rey es bueno,
dicen,
porque nos deja
asistir a sus banquetes
y, a veces, lanza
al aire una moneda
para librar a un
hombre de la horca.
Olvidan los siervos
a los muchos
que la moneda
encerró en los galeones.
Olvidan los cuellos
cercenados
por no postrarse a
tiempo ante su alteza.
Dicen que el rey es
justo
sólo porque ellos
aún conservan,
intactas, sus
cabezas.
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