«Los bolsillos de los abrigos
se comunican
con los inviernos anteriores.»
José María Cumbreño
El invierno pasado vivían más en la familia:
no había comenzado la estación de los funerales.
Las lluvias sí, una noche de marzo en la ciudad
del norte,
las lluvias sí, una mañana
de abril fría en la ciudad junto al río,
en el invierno pasado se
iban las iras entre bolsillos rotos.
El invierno pasado vivían más en la familia,
y a la espera de la estación de los nacidos,
recojo las palabras en la corteza de los
piesapos,
las risas de los niños que llenan los agujeros
negros
de la memoria.
«brindo
por los hombres y mujeres
que van soltando lastre»
Gsús Bonilla
Las mujeres en la familia hablaban después y
despacio,
y el lugar de sus palabras era la despensa,
los hombres bebían vino,
tomaban café solo y fumaban cigarrillos,
iban a las guerras — las de dentro, las de fuera
—
con las voces de las
mujeres fabricaban las postas,
— devueltas en los cuerpos de los pichones —
Las mujeres en la familia hablaban
en los funerales, bajito, de los hombres
muertos,
antes del tiempo de la palabra a la tarde,
y en aquellos duelos,
noches, llegaban las sonrisas despacio,
después, para quedarse.
***
«Todos los aguijones dulces que salen de las manos,
todo ese afán de cerrar párpados, de echar obscuridad o sueño,»
Vicente Aleixandre
De niño quería ser soldado,
como otros hombres de la familia,
— que disparaban los domingos a las palomas —
Capitán Trueno, El Jabato,
hasta que en una librería encontré
Espadas como Labios.
Le dije a mi padre que quería ser poeta
y me dio una paliza,
— un golpe en el labio, un golpe en la mejilla,
un golpe
en la nariz y sangre, y otra vez en el labio,
— al ritmo de quien golpea pelota con pala en el
frontón,
—, un golpe, labio, un golpe, mejilla, un golpe,
nariz
y miedo.
Mi madre me llevó al baño y la sangre en la loza
escribió los versos, — recuerdo el ritmo de los
golpes,
con el sonido alivio del agua corriendo,
con el sabor a sal de lágrima y sangre,
como un mar.
«Tú ya
estabas en mí
por eso fue
tan fácil
reconocerte
sobre el tapete verde del mundo,»
Antonio Orihuela
Estoy a punto de quedarme sin batería en el teléfono móvil y una angustia
remota y conocida se instala en su lugar en el bolsillo. Hace frío. Hace noche.
Vengo desde lejos, unos cien kilómetros de pérdida y busco algo para cenar.
Estoy a punto de quedarme sin tardenoche en la ciudad donde nací y es enero
y este mes me cruza los colores del rojo para un paseo hambriento: «Tú ya estabas en mí, por eso fue tan fácil
reconocerte…»
Estoy a punto de quedarme sin saldo de lenguaje, porque alrededor del
retraso y de la lluvia con coches hay lenguaje con perro. Temo tanto a los
perros. Y tú lejos.
Estoy a punto de quedarme sin voz, afónico en una madrugada de nieve en
Gornji Vakuf, afónico en una madrugada de ginebra frente a la playa negra de
marzo. Amo el asfalto de las ciudades contigo, el recuerdo de sus hoteles y tu
palabra exacta.
Estoy a punto de quedarme sin noche, sin la respuesta de los escaparates,
sin batería, con el fuego de las cancelaciones, sin libro que echarme al
entendimiento, encontrada esta idea justo antes de la conciencia, defendiéndome
de los perros del lenguaje con una cámara de fotos, esperando diligente el
cambio del color de los semáforos, retratando la lluvia para que entre en
nuestro idioma y empapar la alimaña que nos asusta.
«Enamorado
otra vez
del amor que
llevo dentro»
Lois Pereiro
A José Carlos Valencia Lozano
Tenemos el amor dentro y en ocasiones,
sin saber qué hacer con él, hasta que se nos sale
como el reflujo y la botella que nos abre
y creíamos fiesta…
Tenemos marzo.
Para la ausencia tenemos el verano y el mar tranquilo
del este,
para la presencia una construcción de la memoria esquiva,
en el centro espíritu, ese lugar sin materia y con el brío de los niños
que dejan de serlo:
una mariposa en un día de lluvia con
las alas mordidas
¿qué dentadura es capaz de tal mordisco?
¿qué puerta se abre para salir de la vida?
¿y cuándo salimos?
¿qué pasa cuando escucho todas las presencias?
— familia que entra en la vida y la habita —,
un cristal en medio que escucha nuestras muertes,
una muerte a mi alrededor tan física, tan áspera en su mano, tan sorda en
su ruido, en las respiraciones, tan liviana de luz
rompernos la casa, la vida,
mi pan y mi tocino,
mis fotografías,
en las que salís vosotros,
en los trozos de libro que escribo,
en los que salís vosotros, testigos,
algo así como, pasaba por aquí
y decidí hacerte una vista,
tanto tiempo,
qué nos ha pasado…
Magníficos 5 poemas 5: espadas como labios. Con el privilegio de haberlos escuchado de tu voz clandestina.
ResponderEliminarTxisko Mandomán Xego (por otro nombre; ¿por qué nos gustarán tanto los pseudónimos?)
Abrazo clandestino y extremo, Txisko! Muchas gracias
ResponderEliminarSon unos poemas maravillosos.
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