Las propiedades de
tiburcio
Antes
de hace un momento. Un poco después de hace un rato, me la vivía de un hilo
yendo a jugar a la lengua con tiburcio. Aprovechaba un mandado para acercarme a
su banca y quedándomele diciendo: juega la lengua. “¿Ya te hice el de que el
que no olvida se aburre?” No, tiburcio. “¡Táitalas pues, acabas de echarlo a
perder”. ¡Cábula! “Me respondes no y ahora no sé si te lo hice y lo olvidaste
para no aburriarte o si diatiro nunca te lo hicié, y eso sí que a mí no me
pidan repetir. Ta bueno el olvido hasta cuando todavía nos lo acordamos,
solito, un puro olvidar sin qués cualquieras ni dóndes marchiteros. Pero así
pues, olvido dese, del tuyo, viene a ser un estar olvideando en conque no hayas
ninguna novedá”. Y yo me le quedaba vivo.
Se
metió las manos en las bolsas. “Mira de lo que cargo. Se me olvida. Mas nomás
lueguito lo veo, me acuerdo”:
“Un papelito blanco: ésta es una palabra. Ta blanco.
No la he escribido (un día, pas, me la acuerdo, y se me sale) pero aquí va a
vivir una. Es su casita.
Una pata de una hormiga.
Un frasco que no se rompe.
Una nubecita de esponja, el señor algodón.
Dos maíses para reponer los dientes que son de maíz
tierno blanco de chiquito y de amarillo sazón de grande.
Una correa para cuando se me acaben los zapatos de
arriba.
Un retrato de una novia que no saco, lo siento
metiendo la mano y gusto lo bonita ques.
Una pluma de guajolota para cosquillearme cuando me
enojo y para volverme reír cuando me soy acordando.
Un pedacito de espejo que sólo ve las bonitas, que
se echa a negro con las feas.
Un cascabel de la víbora con la que me pelié porque
no me dejaba pasar de cerca para cerquita. Le pegué con un palo y le quité la
vanidá llevándome su musiquita. Camino y me canta el ruido de las espuelas,
metido entre piedras: piedra rosa de río, piedra lisa de río, piedra de andar,
piedra del pueblo, piedra del campanario, piedra rara”.
Dante Medina. Naiden sabe de Amor. Ed. Amargord, 2016
No hay comentarios:
Publicar un comentario