a media mañana,
cuando ya estaba harto
de respirar el polvo
de la lijadora,
echaba un gargajo al suelo
para tratar de aliviar
el amargor de mi garganta,
me sonaba los mocos
y salía a la puerta del taller
a fumar un cigarro
justo enfrente, había una grieta
bastante grande en la pared
de la que solía asomar
una rata
coincidíamos casi siempre
en ese momento
y nos mirábamos largo rato,
vigilando cada uno
de nuestros movimientos,
como dos pistoleros
acariciando la culata
de sus revólveres,
hasta que terminaba mi cigarro
y lo lanzaba hacia ella,
que se escondía rápidamente
en su grieta,
y yo,
más despacio,
en la mía.
Julio César Alcubilla. De Para que el piano suene alguien tiene que matar al elefante.
Canalla ediciones, 2018.
En la antología Poemas Precarios. Ed. La Marea K, 2018.
contacto: lamareak@mareakultural
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