Tu exaltación de la amistad se pasea por mis cojones haciéndome cosquillas, y esto, debe de ser una de las pocas cosas que me producen ganas de reír. Debo de ser una criatura de las alcantarillas, un bicho raro o algo peor, que no necesita consumir éxtasis para decir te quiero sin que venga a cuento. Debo de ser un ser con el alma negra y roída, sin ningún tipo de gusto por las multitudes, el ambiente de verbena y los concursos de Miss Camiseta Mojada. Debo de ser un personaje demoníaco, que no valora logros, ni celebración, o recompensa alguna, que no huela a sudor y trabajo. Vivo en un constante invierno, duro y seco, provocado por la mayoría de gente que me rodea, tan vacíos de todo, tan llenos de nada. Tan serviles y dóciles que creen dar muestras de algún tipo de la rebeldía que alguna vez conservaron en su sangre. Borregos que dicen no serlo mientras el pastor orina en sus caras de felicidad y conformismo.
Habéis dejado de leer libros, habéis entregado las armas, pero Bukowski nunca jamás os invitaría a un trago, porque lo vuestro son brindis y lo suyo eran tragos. Dostoievski fue mucho más humano estando solo y congelado, en Siberia, condenado a trabajos forzados que sentado, cualquier día, viendo como perdéis el tiempo y la vida.
Ese afán de protagonismo es fruto del aburrimiento que os provoca el no saber hacer nada reconfortante sin la necesidad de hacer algo tan puramente superficial que nadie lo conozca.
Y os desarmáis, os desarmáis, os desarmáis…
Dentro de unos años todos estaréis podridos, y habremos perdido la guerra, y lo peor de todo es que me habréis podrido a mí.
Habéis destrozado la cultura y el arte que vuestros abuelos defendieron con su vida a este lado de la trinchera, y todavía pretendéis, cabezas huecas, que nos interesen vuestras palabras de anécdotas insustanciales, a los que aún tenemos el barro húmedo conviviendo con la mierda en las suelas de nuestros zapatos viejos.
Ya no hay diferencia entre vosotros y los otros, ya no hay diferencia entre ellos y tú.
Os alegráis de lo que os sucede, o cómo vivís, sin pensar en el porqué de las cosas que os pasan, y ahí, es cuando me quiebro y hundo mi rodilla derecha contra el suelo dándolo todo por perdido, mientras una gran carcajada suena a mis espaldas y su sombra pasa por encima de mí como un fantasma.
Lo único que la clase obrera conservaba, a nivel mundial, era la unión y el sentir cualquier injusticia, en cualquier parte del mundo o sistema. Y sin embargo, tú te alegras infinitamente más de lo poco que te está costando una puta caña de cerveza mal tirada, sin pararte a pensar que estás rodeado de jornaleros, con la piel roja y negra, que nunca trabajarán su propia tierra, ni sus hijos, ni sus biznietos, ni sus padres, ni sus abuelos. Y ahí, es cuando hundo mi segunda rodilla contra el suelo, y caigo…
Desplomado
Rendido
Y de boca
Ante La Masa.
Antonio Yeska. En la antología Poemas Precarios. Ed. La Marea K, 2018.
contacto: lamareak@mareakultural
No hay comentarios:
Publicar un comentario