¡Aquí no hay salitre! No hemos encontrado alcanfor en la papilla;
divina papilla que nos da la comunión tiesa como papiro de hojaldre,
hierbabuena y pasas del tiovivo. Holgazanes somos todos, pero al fin
comemos y aleteamos con los pasmos húmedos de la tinaja. Abrimos los
ojos con tuercas maestras, y nos sobamos los lomos con tocino de
matar. Ya estamos jubilados y amaestrados para correr por cientos de
caminos encorchados y malheridos. Ya somos santos y bebemos solsticio
de verano. Nos salen branquias por los flemones sin tener culpa de
ello. Hay que abaratar el día, pues de otra manera no llegamos. El
peinado nos sube un palmo de arroz y nos mosquea el aroma que
soltamos durmiendo. En nuestro pueblo, pueblo nuestro, los alfeizares
salen a tomar el sol por las tardes, cuando el renglón del libro se
sube las medias para ir más cómodo. Las pestañas horrorizan al
santo contubernio, pero nosotros somos verdaderos y él es un
armisticio ficticio y colorado. Sabandijas planas corren por túneles
de opiáceos, dejando un rastro fétido de sermones hermanos. ¿Cuánto
hemos de pagar por este trozo de incienso? Alejando, alejando, que va
para siete noches que no cubrimos las apuestas; esas que nos vienen
dadas por palomas ausentes, esas que cuelan alabastros por el medio
de la media, esas que colean lombrices y escarchas y palmadas
saltarinas y hombreras cimbreantes y colgantes nenúfares, esas que
remiendan los huevos y calambrean pestañas, esas que fuman páginas
de almendra y chochean con los sombreros hemipléjicos. Desde aquí
se ve a lo lejos lo cercano del puente, por donde pasa el camino de
tocino insurgente. Hasta aquí hemos llegado sin vestirnos de
leyenda, sin calzarnos de ortopedia, sin cubrirnos de ostras y más
parece que estemos al sol que luciendo palmitos de escarlata
humeante.
Renquea sumido en zafarranchos e inercias que decretan el ‘allá vamos’ anunciando el ‘ya viene’, última y única casi certeza.
ResponderEliminarPerder lo que no existe es perderlo todo.
Salud!