Epigramas
No cuentes conmigo para cosas serias.
Aunque tú no lo creas
a veces me olvido de ti.
Aunque tú no lo creas
he amado a otras como a ti.
Aunque tú no lo creas
podría prescindir de ti.
Y aunque tú no lo creas
yo tampoco lo creo.
A veces
pierdo tánto
la cabeza
por una mujer
Que no sé
dónde
dejé el cuerpo.
Lo menos importante de la belleza
de las mujeres
—y que me perdonen todas las mujeres que piensan—
es la cabeza.
La cara sí,
desde luego,
la cabellera, y esos ojos aptos para lentes oscuros,
la dentadura que elogian los productos higiénicos de la sonrisa
sana.
Todo eso, incluyendo
la veracidad de unas manos que nos acariciarían
si les diera su regalada gana.
Contra cualquier prejuicio intelectoide,
la cabeza de una mujer
es mejor con un sombrero.
Es, digamos, más linda,
más ojos que mirar,
más boca amplia,
más pómulos de sombra,
más cara de mujer,
más cabeza de hembra
y más sorpresa
la cara de mujer con un sombrero.
Piénselo usted muy bien:
no hay un mayor desnudamiento,
no hay un atrevimiento más sofisticadamente tan discreto,
que quitarle a una jovencita,
elegante,
perdone niña,
su sombrero.
Para Amy, como siempre
Todas las parejas se reinventan
Nunca, los que se aman, han comprado amaneceres
Con sus cuatro ojos construyen un mundo
que Dios ni imaginó
Por eso los amantes están condenados al Infierno
Arden
y no hay manera de que entiendan el fuego que les quema las manos
A gritos los amantes dicen estar en desacuerdo con el mundo
Y rompen cosas, destruyen los atriles del canto
que los sostiene en vida cada día
Las parejas son un enigma:
Es imposible entender que sobrevivan
Dante Medina. En: A ojo de buen diablo. Poesía completa (1972-2018). Ed. Amargord, 2019
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