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domingo, 23 de junio de 2019

6 poemas de VERÓNICA ZAMORA BARRIOS en VEINTIDOS POETAS DE COLIMA




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Tu dominio es La Noche.

Hoy es sábado.
Grupos de ángeles caminan por la casa;
en silencio recuerdan las tragedias que evitaron el viernes.
La muchacha ebria que iba a destrozarse en el crucero,
el joven padre que levantaron del arroyo. 
Estos lánguidos niños también saben de ti,
y desayunan besos y emanaciones lúbricas de los amantes.
Son los que cayeron, más nunca llegaron a ser demonios.

 Son buenos como tú,
llevan un panecito de tristeza en sus bolsillos
y visten como obreros,
trasnochan al cuidado de los adolescentes que se fugan.
Alguna vez fueron príncipes,
hoy velarán tu sueño matinal.

Tesoro


Dicen que  uno tiene la edad de la piel que toca.
Yo tengo treintaiuno cuando vienes.

Contigo la juventud es un bien recobrado;
tesoro de las brujas,
Poder de la hechicera.

El fatalista se deshace muy pronto del oro de su infancia.
La bella ninfa llora ante el espejo.
Nada más perfecto que la mujer que guarda en cofre vigilado,
las rosas frescas de su fantasía.


El Decálogo de Afrodita

(Documento encontrado en las ruinas de una casa de citas)

I. Amarás a cada hombre en su momento, más que a ningún otro. Entregándote a él con gracia de doncella y ardor de yegua blanca.
II. No jurarás amor en nombre de algún Dios, pues será en vano.

III. Acudirás a tu cuerpo como se acude al templo de Afrodita: Con ternura y pasión, para ofrendar las rosas frescas de tu deseo.

IV. Serás bella o fea a voluntad y no permitirás que ningún amante estime tu valor. Sólo tú  puedes elegir tu precio.  

V. Mantente en forma, el lecho requiere de tus destrezas físicas, además de tu belleza anatómica. Un vientre fecundo es siempre un altar de carne.

VI.  Jamás desestimes el tamaño del miembro viril. Venus jamás te perdonaría.

VII. Nunca hables mal de otra mujer, por más que la odies. No envidies la suerte de la casada, ni de la viuda, ni de la solterona rica. Tú podrías ser cualquiera de ellas.

VIII. Puedes  desear al hombre que quieras incluso a los de tus amigas. Pero jamás permitas que un varón interfiera en tus decisiones. Una amiga vale más que todos los amantes de la tierra.

IX. No pidas, no exijas, no supliques, no mendigues amor. Otorga tus favores sin medida.

X. Honra a tu madre. Ella fue quien por primera vez puso su mano en tu sexo.


Alexandro

Hoy no miento
el Amor se ha vestido tres veces en mi habitación.
La enciclopedia dice que su sección primera fue borrada de pronto.
La A de Amor y de Adolezco y punto.
La A de Amor en el que no creía.
Te pareces al tiempo que paso en las tinieblas de esta mansión que habito.
Eres la tachadura sobre un poema cursi, la inicial de sublime;
la mancha de ese vino sobre mi blusa nueva.
Y es fácil verte así, desnudo bajo el arco de un templo en la mañana.
Tatuado por la mano de un juvenil artista.

Ay, la primera letra de mi vocabulario.
Ay, mi verdugo amable que asesina al silencio.

Yo te escribo canciones para que te complazcas,
y encuentro mil maneras de llamarte que no te digan mío.
Amo la A de tu nombre que jamás se repite,
la duda de la equis en el diminutivo,

El sesgo de la de,
la lengua de la ele,
la procedencia real de tu misterio.
Yo les digo que odiaba los poemas dormidos bajo las catedrales.

Yo declaro una tregua con los dioses humanos
que no comprenden más allá de una realidad lóbrega.

Vino este hombre y su camisa de algodón
murmuraba los nombres de una madre.

No le he dicho que me han llamado así
los marineros, los que buscan el pan en la basura,
los impíos, los de caso perdido
los bufones que mueren
por sobredosis de publicidad.


Profanos

Eres la lengua del deseo,
la tradición de sonreír mientras se abofetea.
La nalgada chillona que se escucha en los templos ofrecidos a Venus.
Me veneras, me tienes como un lirio estremecido por la lluvia.
:
La nuez amarga de tu beso me sacia,
la interna danza de mis venas te nombra;
mil veces te bendice, cantoral de sagrados ministerios,
sochantre desde el coro que fascina a quienes de rodillas,
adoramos.

:Te he navegado como quien no espera encontrar pronto, un destino.

El viaje es un placer que incendia el instante en que vienes, con traje deportivo, no sé, la zapatilla el plexo, la oración dirigida: -¡ya me tengo que ir!-

Guillotinas el tiempo que me brindas. A cuchillo repasas cualquier indicio de abandono.
:
Tienes edad para llamar mujeres  a las cosas que domina el varón.
Suficiencia en el arte del amor y eres torpe en  el arte de la guerra.
Te demando que no me des ternura y decides mirarme de ese modo.
:
Ávida Diosa de la espuma, no permitas que en este viaje, los vientos lleven a los amantes a olvidar que se deben a ti, a la rosa tibia de tus alegorías. 
:
Presento como escudo, tu libro. Terso y de carne. Viviente en el amor.
En él transcribo la piel que eres, tu pasado y las trescientas veces que nos veremos.
:
Mis versos son cada vez más jóvenes, regresan al regazo de mi madre y yo lamo tu espalda, y escribo con mi lengua un poema tan largo que se desprende lenta, suave, cálidamente de tus nalgas magníficas. Tus muslos son columnas donde ejerzo la dicha.
Entro a tu espalda y canto en el idioma que aprendimos  lette, leté, letté.
:
Dueño mío
no morirás conmigo,
no vivirás conmigo.
El verso que persiste es aquel, que nunca ha sido escrito.



Manifiesto final

Tu respiración es, la música del alba, esa misma que anima a los amantes a continuar con nuevos embelesos. Descansa en mi lecho, blanco y aromático, templo de mis placeres, casa donde recuesto mis plegarias. Porque tienes las llaves de un fabuloso reino y hoy, te he coronado frente a la multitud.



Verónica Zamora Barrios. En:  Vientidos poetas de Colima. Parota de Sal. Ed. Puerta Abierta & Amargord, Ed., Colima, 2019

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