A la vieja clase obrera, en la que aún
creíamos…
El
otro día escuchando Working Man por
The Dubliners
Sentí
nostalgia del orgullo de la vieja clase obrera
Recordé
los lejanos días durante la Dictadura en que soñaba
Con
ser un trabajador
Quería
sentir aquel orgullo
Aquella
fuerza que intuía en ellos cuando marchaban desde las fábricas
Hacia
Madrid…
Luego
recordé (una vez más) El día en que tuve que explicar
A
mis alumnos (hijos de hijos de la clase…)
Que
cuando les llamaba hijos de obreros
no les insultaba
Ni
a ellos ni a sus padres
Dónde
quedaron aquellos viejos días de la vieja Dictadura
Cuando
quise ser un trabajador…
Cuando
soñé ser un trabajador…
Cuando
mi clase se mostraba llena de orgullo y cambiaríamos
El
entero mundo
De
base…
Tendría
que ser un Jorge Manrique para cantar tanta pena…
Pero
ni siquiera en la muerte
Ni
en el canto tampoco somos iguales…
Recuerdo
(cuando aún estábamos vivos) Cómo contábamos
Nuestros
muertos: cómo cantábamos y brindábamos por su memoria
Con
orgullo…
Ahora
que vagamos como muertos sin pena ni gloria y nos amontonamos
A
las puertas de El Corte Inglés nadie canta
Nadie
brinda por nosotros: ni se recuerdan las viejas hazañas…
Nuestros
hijos no recordarán ya que un día (durante un breve instante)
Tuvimos
orgullo y (a pesar del miedo) Entramos en combate
Con
la decisión de los héroes…
Matías Escalera Cordero. Recortes de un corazón herido por la esperanza. Huerga & Fierro, 2019
Las urnas de nuestras "democracias" están colmadas de una sustancia pegajosa y estupefaciente muy parecida a la que se utiliza para atrapar moscas.
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