La torre de Babel se yergue en medio de un lago en el sur de Francia.
A la torre de Babel se llega siguiendo caminos secretos
abiertos
en medio del bosque.
Los cinceles sabios pueblan nómadas los bosques que rodean
la torre de Babel.
Las musas tocan el acordeón y cantan por las calles de la
torre
de Babel.
Barcos piratas amarran en los canales donde se yergue la torre
de Babel.
La tripulación de los barcos piratas se entretiene remando
por
los canales mientras respira los aires del Tagus, el
Hesperia o
el Argelia.
Los habitantes de Babel disputan arrojándose al agua con
lanzas
desde sus barcas impulsadas a golpes de remo.
En Babel las sonrisas hablan todas las lenguas del mundo.
Las gentes de Babel se entienden como los piratas de sus
canales.
En Babel las noches se alargan en sus jardines entre las
sonrisas
piratas mientras blandos colchones aguardan.
En Babel los colchones procuran placeres inspirados por
brisas
marinas llegadas del Tagus, el Hesperia o el Argelia a
través de
las ventanas.
Si a Babel se accede a través de un baño en el agua, solo
las ocas
conocen el camino de vuelta.
En Babel los cielos escriben mensajes en las nubes para los
que
regresan de Babel.
De Babel se regresa con una sonrisa en el alma, un acordeón
bajo el brazo y un remo al hombro.
***
Saber que estás perdido.
¿Cómo?
¿Cuánto?
No hay rumbo.
No preguntes.
Pudo ser oyendo Shine on you crazy diamond
o en tu primer brote de soberbia.
Ahora solo queda
la espera de ser pasto.
La esperanza
de que tus átomos
regresen por el camino de la piedra.
Que tu paso no vuelva a ser
como la gota condensada
que resbala
por el tirador de la cerveza.
Cada vez que te exploro
ya por las sendas conocidas,
ya por caminos intrincados,
y no me abandono
—si buscando la perfección
si por miedo a la locura—
pierdo la vía de la Diosa
y lamento ser incapaz de llegar a ella
sin estar borracho.
He de invocarte de nuevo
para que tú seas ahora
la que me dé la mano
y me guíes
siguiendo los pasos
de las hormigas
hasta los Campos Elíseos
o los de Asfódelos.
Tú decides.
Yo te sigo, como Dante,
a donde quieras llevarme.
Isaac Alonso Araque. Pastos de invierno. Huerga & Fierro, 2020
Fotografía de Carmen Lourdes Fdez. de Soto.
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