La hoja de otoño que agrega
un signo a la forma del azar:Parece no caer.
Su verbo no pesa.
No hay en su alud
un sustantivo para asirla de la cadera.
Tempano aéreo, núbil sílaba
sólo alcanzada por un relámpago
que libera el diamante de la pavesa.
Expectantes tres puntos:
Péñola la atarraya que atraviesa
la lumbrera.
Amortaja, sí,
la risa ante el escombro porque la lengua de fuego sigue en la penumbra
tu rastro.
No te muevas,
de ser posible cierra los ojos y
estréchate contra
el silencio hasta que en mineral
molido
el nervio de tu
epidermis se adormezca.
Amortaja, sí,
los motivos de la
desesperación que te mueven
a pensar en la fuga (que
siempre es retorno)
anticipada por el único ojo del cazador de arañas.
No hables,
no pulses el hilo de
sus redes
y guárdate
de las confesiones de amor que exhiben en el muro azul
donde penden las orejas de los ejecutados.
Amortaja, sí,
el cuerpo
de la segunda sombra en la
evanescente melodía
que en los finos hilos se devana.
No abras los ojos,
de entre las cenizas
que ha dejado el fuego una parvada
de luz asciende
y desgarra la última risa
que desploma los hermosos
monolitos de todas
las eras.
Amortaja, sí,
tu ciudad
deshabitada, tus esfinges
y rascacielos, con la
fina tela de polvo
que aniquila imperios, poemas y nombres.
Hamartia
Si me dejaras
ser,
abriría la luz y pondría
en tus manos
los ojos de las sombras para que te observes
como te observan
los arcanos:
pequeño y fugaz espectáculo del polvo.
Editorial: El viaje y el camino. 2021
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