A lo mejor tenía razón no sé quién leído hace
poco cuando decía que el aburrimiento es la enfermedad
de las personas felices. Lo importante del día es que Jane
me hizo caso y llegó a la hora de comer, ¡bendita sea!,
en una destartalada furgoneta que conducía uno de esos
enamorados incauto que tan repentinamente pierden por ella
el seso, un muchachote apuesto y agradable, con aspecto de
fontanero o de electricista, lo que finalmente ha resultado ser,
discretamente alejado de nuestra presencia durante unas horas,
y aceleré por ella el trabajo. “Ha abandonado su trabajo por
traerme”, dijo ella orgullosa.
Paseamos por el insulso centro de la ciudad,
quiso conocer el feo y destartalado lugar de perdición
de los castellonenses, especie de Barrio Chino llamado
Alto de la Villa en el que las prostitutas salían a vernos
como si fuésemos turistas de otro mundo, y después nos
fuimos a comer langostinos al Grao. A Jane le apasiona la luz
del Mediterráneo y hasta parece hablar un español más exacto
e ingenioso teniendo cerca el mar. Como decía Flaubert, el
mar inspira a los burgueses pensamientos profundos. Respirando
hondo cara al mar azul me confesó que es casi judía, o dicho
con sus palabras, procedente de familia judía, y me quedé igual
de ignorante, porque es como si me hubiera dicho que desciende
de los vertebrados, como si yo comprendiera de pronto que
también procedo de familia judía pero más anterior. Los Gil, Tapada,
González-Brabo, Sierra, Estein, hasta Santos, le parecían a mi
abuelo nombres de ladinos, lo que demuestra que en España siempre
ha dominado el miedo, a la tortura quizá más que a la muerte.
Carezco de la inteligencia necesaria para entender qué diferencia
a una judía de 1965 de una aria de 1940 o una andaluza de 1492,
como no sean embotamientos cerebrales.
Lo esperado ocurrió. O lo inesperado, ya no sé.
Como es bella como una heroína de Hemingway y yo me sentía
aburrido entre orelluts no pude evitar besarla y después todo fue
un beso largo bajo los eucaliptos —creo que eran eucaliptos, pero
a lo mejor eran palmeras o quizá ni había árboles— del camino
hacia Benicassim, bajo un frío agradable que calmaba interiores
calores sanguíneos. A los de Castellón les llaman orejudos porque
su club de fútbol de los años 20 era famoso por su portero Alanga,
que atribuía su maestría para detener goles a una mascota de elefante,
originaria de algu buena suerte en las guerras del Rif, con grandes
orejas, y tras sus paradas el público gritaba “¡ole, orellut!” y se ha
quedado la frase “¡el Valencia ha perdut, vixca orellut!”, así
se escribe la historia en todas partes.
A pesar de ser aparentemente atea durante la conversación
Jane me citó lo menos tres veces versículos de la Biblia para
remarcar afirmaciones, como una abuela campesina española pudiera
citar refranes. Todas las americanas se tragaron una Biblia
al nacer, recuerdo haber leído a la escritora orgullosa lesbiana
norteamericana exiliada Natalie Clifford Barney hablando de sus
compatriotas. Jane, aunque atea, maneja una Biblia de los gedeones,
traducida a conveniencia de hombres de negocios. La verdades que
ese pueblo vive embrutecido por el dichoso libro requetetraducido,
que todo el mundo parece haber leído cien veces y que muchos citan
con exactitud repelentemente ceremoniosa. Me separa de los
norteamericanos que conozco precisamente el In God we trust
omnipresente. Son quienes más contribuyen actualmente al
papanatismo religioso judeocristiano. Pero no ocurrió nada,
ni enamoramiento ni dependencia, excepto un cierto sabor
agridulce de macho que conquista y de salvaje King Kong que
se aprovecha de la joven exploradora inocente. Ella regresó a Valencia
muy tarde, con los labios ruborizados y con su paciente compañero el
conductor, manso, sumiso y feliz. Desconozco qué estará haciendo esta
noche, aunque antes me había dicho algo que yo desconocía: iba a
intentar convencer a su chófer acompañante que de paso le llevara a
visitar un pueblo cercano, Alpera. Había leído que es el único pueblo
de España sin Virgen a la que adorar. Allí adoran una microscópica
astilla, extraída de otra astilla que poseyó un valido, del llamado lignim
crucis, demostrable falacia del eterno intento del cristianismo por poseer
algo que en la obnubilación demuestre la existencia física de Jesús de Nazaret,
Dios único y verdadero.
Apunte nocturno:
Absolutamente indemostrable ahora, pero quizá teóricamente convincente dentro de dos o tres siglos a medida que profundicemos en el estudio de lo infinitamente grande y de lo infinitamente pequeño: creo que existe lo Eterno y el Infinito, aunque nuestro cerebro no esté preparado para entender semejante monstruosidad, y que puede haber universos no solo paralelos sino quizá hasta infinitos, y que una cosa, un átomo, una idea,una luz, materia incluso, podrían estar situadas en el mismo instante en dos lugares diferentes. Una imagen de espejo cósmico, pero mejor todavía ultracósmico, creo que debe existir comprobable únicamente un día muy lejano por la razón, nunca empíricamente, y que una proyección de espejos de espejos infinitos tiene sentido. Vida y Muerte, Principio y Fin, creo que son dos realidades absolutas absolutamente incomprensibles a nivel denuestra condición de microbios en medio de la Eternidad, pero creo también que no existe el desperdicio imaginativo, y tan digno de ser pensada es la idea que ahora estoy exponiendo como la que tuvo un mono de afilar una piedra para separar la piel de la carne.
Antonio Santos Barranca. Diario Nocturno en un país feo. Letrame Ed. 2024
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