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miércoles, 29 de junio de 2016

2 fragmentos de CONFUSO LABERINTO de JAVIER SÁNCHEZ MENÉNDEZ





Sin ser yo mismo o la lejana sombra

La duna va avanzando por el centro del parque.
Los pájaros acercan a la infancia. Los restos de sus cuerpos en el césped se observan desde lejos. Hay dos tórtolas turcas jugando con sus alas. Hoy recojo las partes que quedan de ese todo y acaricio las plumas con los dedos, de manera suave. Al cerrar los ojos retrocedo unos años.

Tantos matices, tantos desvíos. Una forma de ser sin ser yo mismo. Ahora veo a mi abuela, mi padre está con ella riñendo como siempre. La vida es un portal donde todos los seres disponen de sus dobles, son seres semejantes, idénticos en forma. Un mismo rostro apenas parecido, una expresión exactamente igual, un físico correspondiente. En la lejana sombra hay hombres que se cruzan.

Han sido varias veces. La primera ocurrió montado en autobús donde vi a mi tía. Ella había fallecido unos diez años antes. Me acerqué para hablar y era el tono de voz que apenas recordaba. Pensé que iba a decir, que tenía que decir, que me enseñaba, pero fueron palabras muy discretas. Ella no era mi tía aunque lo pareciera.

Desde entonces busqué por todas partes el yo que me faltaba, el ser que siendo igual fuera tan diferente. He recibido pistas en países, intenciones, a veces son las sombras las que hacen compañía.

He viajado, he llegado a encontrar algunos restos, aunque nunca conseguí ver al ser semejante.

La segunda persona que confundió la esencia fue una joven mujer que conocí hace mucho. Sabía por los amigos que vivía muy lejos. Y allá donde España se enfrenta con África la encontré de asistente en una conferencia. Movía igual sus labios, tenía el tono de voz como lo recordaba. Confuso laberinto de seres y personas que ahogan mi cabeza.

No pude conjugar algunos verbos. Los gerundios eran siempre pretérito pluscuamperfecto. Descubrí de esas tristes palabras que nada tenían ver con mi recuerdo. Era una sombra digna, idéntica pero imperfecta.

Otra impresión ocurrió en casa. Mi padre se acercó una noche de enero a conversar conmigo. Al amanecer preparó un desayuno abundante. Falleció hace años. Pude tocarle, hablarle, sentirle, hasta le recité tres poemas. Unos días más tarde lo monté en el barco y le di un paseo por la ría de Isla Cristina. Regresé a puerto solo. Con las luces de estribor y de babor encendidas.

He puesto anuncios en la prensa, se alimenta de una foto. Busco el doble, la otra persona idéntica y semejante. Paseo a estas horas por el campo. Todo queda perfecto, es nuestra imperfección. Confuso laberinto de verdad sobre el río. Tantos matices y tantos desvíos nos alejan, libre de la tormenta.





El primer matiz

Lanzo una moneda al aire.

La superficie donde cae debe ser rígida, es más fácil permanecer de canto en una extensión severa. En cambio, lo complicado es impaciente. Nada permanece erguido en ella.

La dureza, la rigidez, lo severo, es nuestra cultura, nuestras lecturas. Cuanto más leemos más probabilidades tendremos que una moneda caiga de canto. Tendrás el primer matiz.








Javier Sánchez Menéndez

De Confuso laberinto, Renacimiento, Sevilla, 2016







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