La
ley de la gravedad
Si quieres entender
la ley de la gravedad,
levanta tu voz
contra la injusticia.
Comprenderás
la gravedad de la ley.
La Gamonita
Con grave voz me comentó mi padre
asiéndome la mano,
hijo, ese yermo que ven tus ojos
está todo colmado,
colmado está de lágrimas y llantos,
lleno de pies descalzos
de manos limpias y vencidos huesos,
de ideas transparentes.
Repleta está la mina
de relojes varados en el pecho,
de gritos retenidos
en los profundos túneles del alma,
de esperanza marchita,
de cólera, de carne cercenada;
llenas las galerías
de angustias y alientos mutilados.
De nombres femeninos
en labios lacerados por el miedo,
de miradas perdidas,
de juicios sumarísimos y muerte.
Y sin embargo mira como crecen
el lirio, la genista
y la amapola, rezumando vida
en ese erial de sombras.
Anhelos
Con arrogancia,
miro al patrón a la cara,
miro al patrón a la cara,
tomo aire y escupo con saliva de
plomo
contra su billetera.
Me dirijo a su santuario
espiritual
y deposito silicona en las entrañas
de sus cuentas bancarias.
Eso sueño a menudo
y cobrarme con creces el sudor que nos
roban.
Verborrea carnívora
¿Puedo dar un trocito de carne al
perrito?
preguntó la abuela.
Y el nieto, altanero y seguro de si
mismo, contestó:
No, abuela,
no creo que sea nutritivamente adecuado
proporcionar ese tipo de sustancias al
can,
pues es potencialmente probable
que este sufra una profunda metamorfosis
en su metabolismo como consecuencia
de la ingestión de la mencionada
proteína,
lo que conllevaría a que el animal en
cuestión,
se transformase con toda probabilidad
en un sabueso cavernícola.
La abuela ensimismada, respondió:
qué bien hablas mi tesoro.
Tú estás llamado a ser el rey de los
políticos.
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Clandestinamente
escribe el anciano su alias
en la pared del patio
del asilo.
Imagina así
su retorno a la lucha.
Eladio Méndez. La memoria encendida. Ed. Amargord, 2016
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