Comimos
realmente de nuestros propios vómitos / pienso que sobrevivimos a base de un
hambre existencial que se arraiga en los úteros
Engullimos
casi con alegría las primeras correrías de niños entregados a una adolescencia
presumible / conquistamos un coche o una gran condecoración en blanco luego
como mayores fuimos capaces de competir firmemente para desfilar en sus
banquetes / aquellos menús grandilocuentes son hoy nuestros grandes desahucios
vitales, savias de invierno, fiebres arrinconadas en el alma, vínculos puestos
a secar entre sus piedras negras
Comimos
a diario sus dulces de mantequilla coloreada por mercados de Eurovisión y leche
en polvo del estado mayor -en el reino del 23F- abandonamos los olivos
necesarios y las voces intestinales de nuestros juegos -ambos por ser matronas
antiguas y amables- y nos llevaron a la
universidad a estudiar como ser otra emulsión de grasa saturada con corbata
light
Comimos, comimos
mucho de nosotros mismos / fuimos devorados en consecuencia
Comimos temperaturas
sexuales mínimas en una España sedienta de cielos oscuros, servil de catacumbas
que hielan los pasos adolescentes / jóvenes abrevando cencerros estúpidamente
carmesíes, rebaños de poca lana para abrigar y algunos pelos largos / había
corbatas para ahorcarse pero resultaba ya desmotivante crecer como reservista
de la OTAN, hipotecar las manos para subirse al último furgón de Europa
Comimos escasa
protesta herencia de posguerra dirigida nunca digerida / comimos con muchos
regañadientes una Extraña de ideologías astilladas y de astilleros con patrones
globalizados / hubo nuevos gritos y había desconfianza para los castillos de la
izquierda de otros tiempos / comenzábamos a sentirnos presas de un cáncer
material y gris en el esófago a la altura de nuestras decisiones / las piedras
históricas aún resultan un alimento difícil
Comimos hasta
atragantarnos sacramentos que venían de tierras lejanas / rebautizaron a Cristo
a base de Halloween y su Papá Noel / Marco vino cargado de aventuras
conservadoras y apenas le intuíamos sus testículos / aprendimos a ser osados
como los sponsors de la NBA y conocimos el mundo sobre motos de gran
cilindrada / ¿cómo lamer el mundo si las lenguas nos son ajenas?
Y sabíamos de la
luna porque nos la habían pisado y sabíamos de toda la tierra por cómo se veía
desde un incipiente Meteosat, pero aún no reparábamos en las puertas con sangre
seca en Vitoria, en los muros de los Pactos de la Moncloa / los guitarreos
agujereados por los barrios de cartón no tenían mucho hueco en los 40
principales y los domingos estaban hechos para ir a misa
Comimos poco después
la caída del Muro de Berlín y todos los genocidios petroleros / y no nos
permitimos eructar un grito
Comimos, seguimos
comiendo manteles inmundos e inmundiales en la cena de la OMC / los tenedores
fueron acuchillados con el veneno de Maastricht y de 50 años de Banco Mundial /
John Wayne tomó su revancha en Seattle y los indios continuaron siendo mal
televisados y peor vistos
Comimos festejos
esos años y fastos de indigenismo y fuegos fatuos de socialdemocracia de todo a
cien y todo podía ser al mismo tiempo made in Iberia, pero ya no nos dejaban
hablar otra lengua que no fuera de cemento y en inglés / aspirábamos a ser
volantes comprados en incómodos plazos y traición a base de cuatro monedas /
vías blanquísimas modelo Ibiza para algún que otro despistado
Comimos pelotazo y
las primeras pelotas de goma mientras se publicitaban desmadres que fueran algo
caros y con jersey amarillo
Comimos
entrenamientos para cualquier nueva ofensiva militar, pero ya era Apocalipsis
Now la guerra, y nadie volvió a hablar más del cine quinqui de este país ni de
las periferias domésticas / las consolas de Hollywood aprendían a jugar con
nuestras vidas
Comimos tan mal que
aprendimos a comer sin alimentarnos, sin sentarnos en nuestros estómagos /
comimos sin defecar y sin muchas huelgas generales / las tuberías y los
intestinos se anudaban con sobres y las casas con mandos a distancia y allá
lejos quedaban las lágrimas de muertos “extraños” bajo ejércitos vencedores /
algún Kleenex hubo que sacar oficialmente por lo de Aznalcóllar y por los
féretros intuidos en el Estrecho
Comíamos, recuerdo,
6 comidas al día, y había postre extra con tres pagas si no había más pegas /
era bursátil vivir de las rentas y apagar las complicidades del café en el
curro / había valores pero no cotizaban, había rentas pero había que hacer a
los demás rentables / las inercias colectivas se precipitaban por alcantarillas
de vidas estabuladas por franquicias y por pulcros deseos de sofá con plasma
Veníamos de
trasnochar en adocenadas cenas, éramos búhos a la pepitoria, trufas de gomina
tonta como Pachá o sopa de papá con resaca de Malasaña / corríamos los
sanfermines de los nuevos recintos feriales, ganado que bramaba por alberos de
arena caústica, por conciertos de pop húmedo y falsamente nocturno y tierno,
por lluvia ácida hasta ensordecer algunas rabias / amanecimos con extrañas
neuronas por los caminos extraños
Fuimos
exabrupto y poco más:
Comimos más que caminamos
Visitamos más que viajamos
Follamos sin ser capaces de desnudarnos
Consumíamos no nos producíamos
Nos ilusionamos en la ilusión ilusoria
Amar lo justo era un verbo muy poco cool
Respiramos pero no desobedecimos
Silbamos con miles de bocas pero no
cantamos con un mismo corazón
Abrimos la boca pero no articulamos los
dientes
Y acabamos comidos
por el empacho, y en esa lucidez oscura comenzamos a hacer poesías en los
pasillos y sin pastillas, algunos descubrieron que podía ser también la forma
de ganar algún premio o salir como literato en algún Sálvame
Comenzamos a
forcejear, lamentábamos la falta de alpiste en nuestros comederos, que las
jaulas de cera no estuvieran limpias y no iluminaran como decía dios que él
mandaba, y cuando llegamos a alguna orilla como náufragos del hambre pedíamos
en primer lugar la hoja de reclamaciones / alguno maldijo al patrón y se
aventuró ya a organizar la captura del botín y de sus bancos
Fuimos molestados o
mirados de reojo porque no continuamos comprando estupendas camisas en invierno
y apartamentos en playas de plástico jurásico / continuaban gritando que
aquello era por nuestro bien, pero en “el bien” nada ardía y éramos ya ardores
quemándose por dentro
Algunos dijeron
“revolución”, y repetían con ella palabras de cuando éramos de baja temperatura
vital y los escuchamos con saturación aún no rebobinada y también con malas
artes en esto de abrir la oreja a otras músicas
Otras formas de
hablar pidieron que la revolución nos arrastrara también a nosotras y que no
sólo acabara en nuestros lechos y lo llamaron rebeldía y estuvieron las plazas
llenas como antes habían parido tardes desobedientes y persecuciones de
banqueros
Vinieron ipso facto
con escuadras y cartabones a proponer modelos y se montaron partidos sobre las
personas empachadas y sobre algunas famélicas, y presumimos que había
liberación en sus gestos pero también mucho nuevo comensal liberado al estilo
de los 80
Nadie habló de una
bomba atómica, ni falta que hace / sabemos que no comemos meteoritos ni objetos
metálicos ni aislantes cultos malditos ni viajes implosionantes / hay mucho de
amor escurridizo en nuestra poesía
Pero aún seguimos
tirando de la cadena escéptica con normalidad santoral y ejecutamos los
rituales sagrados en su nombre y los orgasmos colectivos son ciencia ficción la
mayor parte de las veces / el agua baja escasa y turbia de nuestros riachuelos
lindos y antiguos, vemos que hay más agua embotellada en nuestra vida
Estamos de resaca
digestiva y de corazón a punto de morderse
Unos volverán a sus
grandes supermercados de supercolas milimétricas y simétricas, a reinventar la
margarina y la leche en polvo para quienes pagan bien porque roban bien / despreciarán
las arrugas en el tomate y en las caras sabias, desconocerán el tacto vecinal
de un tendero de barrio / denunciarán al antisistema anunciado en el telediario
de anteayer
Otros mirarán de
reojo, se alimentarán y compartirán sus territorios como puedan y como sepan,
puede que desfallezcan de sed huérfana, pero abrirán mamas sin antibióticos ni
recetario químico y ya no tolerarán que se diga que todos somos igual de
responsables en el proceso de desnutrición civilizada
Una cosa es cierta:
ya no hay campo para tanta proteína cárnica ni todos los vientos son
canonizables a favor de un mercado / sus discursos fantásticos dejan huecos en
nuestras lenguas y en nuestras sílabas escépticas / nos irritan mucho nuestros
vientres no paridos y las muertes decretadas antes de tiempo / las oquedades se
convierten en túneles de fugas colectivas
En el horizonte, el
plato gira y hay más gargantas palpando sus nuevos dientes
Estamos aquí /
aprendiendo a nutrirnos de la poesía necesaria
Ángel Calle. Aquí estamos (el baile de las ahogadas). Ed. Amargord, 2016
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