documentos de pensamiento radical

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miércoles, 28 de agosto de 2019

8 poemas de ENTONCES EMPEZÓ EL VIENTO de JOSÉ MARÍA GARCÍA LINARES




SER PALABRA

Lo que diga en el papel
cambiará mi vida para siempre.

Decir y construir lo que se vive.

Soy estas palabras
ordenadas en poemas.
Una vida de papel.
Una hoja que respira.



EL DILUVIO

Cuatro años de aguacero intenso
calando ánimo y cimientos.
Se han hinchado las maderas,
el moho invade el paladar,
difuminado queda el tiempo.
Lo que construimos con esfuerzo
tesón, esmero y alegría
se pudre en el olvido del diluvio.
Los charcos de tristezas y de escombros,
de hirvientes y de efímeras burbujas,
ahogan su porción de cielo herido.

Dibujan la riada y la tormenta
un mundo a la deriva y sin contornos.

Ayer llegó la lluvia al dormitorio.
El barro y el verdín al corazón.



EN QUÉ MOMENTO

Las cartas del Tarot sobre la mesa.
Sabes lo que me deparará el pasado.
Lee con calma lo perdido,
interpreta lo acabado.

Dime cuándo me morí.
Dime cuándo me olvidaron.



LA LECTURA DEL MUNDO

Aprendamos a leer en el silencio
el sendero irrepetible de la vida.
Los valles, los riachuelos, las cantinas,
los ojos de un amor irreparable,
el irnos por los sueños y perderlos,
el mar, la nieve, la nostalgia,
el humo de los cuerpos olvidados,
la fe en el más acá,
tus manos, la poesía,
el tú dentro del nuestro en el nosotros.

En los mapas de la muerte, abigarrados,
las palabras son confusas,
son tan gélidos los nexos,
tan sola la oración copulativa.

Aquí y ahora, nuestra vida
está llena de versos transparentes.
Me lees tras ellos sonriente.
Tras ellos te releo, iluminada.



TEMPUS FUGIT

Cuando revienta la tarde
se esconde la lluvia
en los cajones de la memoria.
Pequeños charcos en sus esquinas,
papelillos derretidos,
oxidados llaveros
con los que sujetaba tu tiempo.

Todo se escribe con agua:
la búsqueda, tus ojos,
el malestar de los relámpagos.

Tu ausencia fluye en los cristales
deshechos del invierno.



LO IRRECUPERABLE

Cuando se ponga el sol
recordará la piel que en los castaños
quedó el tiempo dormido para siempre.

Éramos jóvenes.
Éramos el aroma de la vida.



LA FUNDACIÓN

La fundación de la ciudad
ya casi se ha olvidado.
Sólo algunos riscos temerarios,
algunas sirenas afónicas y viejas
de tanta canción y luna llena,
quizá la negra luz del mar,
recuerden el momento.

Barcos fondeados,
 botes de infelices
cargados de armas y penurias,
pisadas que se hundían
en la orilla cenagosa
de una madrugada perdida.
Rompían la oscuridad
débiles antorchas, oscuras
como la soledad de las cavernas,
de las grutas y los pasadizos
de la fortaleza de cartón,
a punto de venirse abajo.
Ladraban los perros a las sombras
llegadas de la playa,
intuyendo la negrura del exilio
derramada en la mirada.
Qué oscuridad la de los cielos,
qué lejanía, qué condena.

Ya nadie recuerda los orígenes,
el sufrimiento de la piedra,
los pasillos helados de nostalgias heladas,
los niños moribundos.
Quedan mariposas amarillas
en las viejas canciones del otoño,
epidemias de insomnio, diluvios universales,
historias de amor entre fantasmas,
extrañas luces en  alcobas,
sueños con colas de animales.

Hemos olvidado tantas cosas,
las palabras que fundaron las palabras,
los rostros del humo y la misericordia,
los gritos del amor y de la guerra.

El olvido es el futuro de la raza.
Vagar por los pantanos conocidos
con la luz de la ignorancia en las pupilas.
Entonces las murallas son hermosas,
la historia, tan sólo una materia;
las crónicas, papel amarillento
e inservible testigo de lo ignoto.
Hemos olvidado nuestro ayer,
las manos que surcaron los caminos,
las bocas que comieron de la tierra
lo poco que llegaba de los cielos.

Es esta la ciudad, tan bella hoy,
tan llena de colores, de perdones,
de banderas.
Los dioses bajan cada poco
a aprender de la mentira,
del sarcasmo, de la pose milenaria
 del cobarde y el ladrón,
y vuelven a sus nubes henchidos de esperanza
mientras el hombre compra tiempo
y vende tiempo,
compra al hombre y vende al hombre.

Son las sirenas viejas y borrachas,
casi mudas de cantarle a los galápagos,
las que saben cómo fue
  la fundación
y ríen escamosas y arrugadas,
sabias y vencidas:
Tan larga la noche, tan corta la vida…
Engulle la niebla lo que la luz olvida.



ESTIRPE CONDENADA

Cuando dejaste atadas
mis palabras al castaño,
supe que no tendríamos
otra oportunidad sobre la tierra.

Todo cuanto dije
se tornó en delirio,
en un hilo de sangre huracanado.
En el olvido.



 José María García Linares. Entonces empezó el viento. Ed. Versátiles, 2019






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