para
Juan Carlos Val Conde, in memoriam
Querido
niño,
que
abrupto vienes a recordarme
que
la vida no nos pertenece,
por
mucho que nos parezca nuestra,
y
que no hay orden ni lógica
sino
solo un espejo desconchado
dispuesto
a quebrarse en un segundo
por
mucho que intentemos levantar mundos
y
sembrar futuro en sus reflejos fascinantes.
Querido
niño,
ahora
que ya no hay furia ni ira
y
entras dócil en la muerte
aunque
todo sea lamento
y
vidrios rotos en este lado,
y
me vea yo, como nunca hubiera imaginado
diciéndote
adiós en un poema,
que
es lo último que habría pensado,
cuando
hace tres años me escribiste
preguntándome
por aquella elegía a tu abuelo,
ahora,
como tú, hermosos rostros
que
conserva mi memoria en llama viva,
pues
nunca hubo lejanía para tus ojos
y
te conservé cálido y cercano,
como
fueron siempre conmigo en tu casa.
Últimamente recuerdo
muchas cosas de niño,
y me acuerdo
mucho de ti,
de lo bien que
me lo pasaba con vosotros.
Me
decías, treinta años de por medio
en
tu vida brillante y viajera,
y
de cómo nosotros, sin saberlo,
habíamos
dejado en ti
una
muesca de gratitud y felicidad
que
sumaste a tus años infantiles.
Querido
niño que vuelves a mecerte
en
el columpio de las cenizas del tiempo,
ahora
que ves con otros ojos y te baña una luz
que
no marchita las flores ni las guirnaldas
con
que aquí adornamos nuestro dolor,
te
escribo, conmovido, para que
a
pesar de la herida
en
la que te nos has convertido,
cedas
el paso a la vida de otro modo,
y
tu recuerdo nos sostenga aquí
donde
las palabras ya no sirven
porque
digo ven, y no te traen.
Antonio Orihuela. Campo Unificado. Ed. Olifante, 2019
Antonio Orihuela. Campo Unificado. Ed. Olifante, 2019
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