De melena pronunciada
sin más pelos por el resto,
Dalin, una nueva dalin,
abrió su vagina, en sí mi horizonte,
para que yo escribiera estos versos
que aunque no rimen
apestan a granja avícola.
Patos calvos;
perros tumorosos;
y un cielo en una sonrisa
que se trajo desde su provincia
donde cría patos
en vez de ser puta:
la auténtica realidad camboyana
cuando estás buena
y no has estudiado.
Con Dalin tampoco me casaré.
Pero debo reconocer que por su cara
he sido tan feliz
que hoy escribo este poema
pensando en volverla a besar.
Joaquín Campos. Catres. Ed. Renacimiento
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