Nunca iré a Bulgaria, tenía un folleto y una invitación,
tampoco a Albania, me invitaron el año pasado, unos estafadores de la Lotería
o tal vez eran alcohólicos anónimos
o poetas iluminados de la antigua tierra de las puertas del Hades.
No visitaré Lhasa, ni viviré en el Hilton,
ni en la casa de Ngawang Gelek,
ni subiré con la lengua afuera hasta el Potala.
No regresaré jamás a Varanasi,
“la ciudad más antigua habitada sin interrupción del mundo”,
ni a bañarme en el Ganges,
ni a sentarme de nuevo en las escalinatas del Manikarnika ghat con Peter,
ni visitaré de nuevo a Lord Jagganath en Puri,
no volveré a Birbhum ni tomaré
más notas de las historias de Khaki Baba,
no asistiré a más festivales de música en Madrás con Philip,
no regresaré a beber chai con el vetusto Sunil
junto a los jóvenes poetas del café,
o recostar mi cabeza sobre un ladrillo
en los fumaderos de opio del Barrio Chino,
ni a pasar por el hotel Moslem
y subir a su azotea en Tinsmith Street,
o a fumar ganja en el Hooghly
o en los callejones de Fez con Achmed.
Nunca más beberé té de menta en el Zoco Chico,
ni visitaré a Paul B. en Tánger,
ni veré a la Esfinge en soledad, al amanecer, ni al atardecer,
ni de madrugada o crepúsculo en el desierto,
ni a Beirut vieja y colapsada,
la tristemente bombardeada Babilonia y Ur del tiempo,
los misterios desagradables de Siria,
todo el desierto de Arabia Saudí,
la recia gente de Yemen, el viejo Afganistán, cuna del opio,
o el clima tibetano de Beluchistán.
No veré Shanghái otra vez, ni las cuevas de Dunhuang,
no subiré de nuevo por las escaleras de la E.12th Street,
no iré a la literaria Argentina,
ni acompañaré a Glass a Sao Paulo,
ni viviré un mes en un apartamento
cerca de las playas y los chicos de las favelas de Río
o del gran carnaval de Bahía.
No más sueños despiertos de Bali,
el festival de Adelaide está demasiado lejos para preparar nuevas canciones.
No veré los caseríos pobres de Yakarta,
los misteriosos bosques de Borneo
ni sus hombres y sus mujeres tatuadas.
No más Sunset Boulevard, Melrose Avenue, Oz en Ocean Way
ni el viejo primo Danny Leegant,
ni los recuerdos de la Tía Edith en Santa Mónica.
No más dulces veranos con amantes,
enseñar la poesía de Blake en el Centro Naropa,
escribir eslóganes para la mente
o una nueva poética para Norteamerica,
Williams Kerouac Reznikoff Rakosi Corso Creeley Orlovsky,
No más visitas al cementerio B’nai Israel,
a las tumbas de Buba, la Tía Rose, Harry Meltzer y Tía Clara o Padre Louis.
No las haré si no es en una urna de cenizas.
Allen Ginsberg
Marzo 30, 1997
"Varanasi". Fotografía de Ámbar Past
Mejor entregarse al viento, las urnas son muy claustrofóbicas. Y oscuras.
ResponderEliminarhttps://www.youtube.com/watch?v=FZPA15zUzIY
ResponderEliminar