Nido de rencor
Cuando me llamas,
tiene tu voz profunda
el eco del olvido.
Junto a mi nombre,
brota de entre tus labios
la flor de desencuentro.
Es tu llamada un lecho
donde perpetuos yacen
traición y cobardía.
Cuando te nombro,
un manantial de azogue aún
se origina en mi cuerpo.
Tatuaje
La quise, sí.
La quería hasta el extremo de tatuarme
su nombre en mi antebrazo.
Al nombre de Julia respondía.
Ahora, tres meses después,
busco una mujer que quiera
compartir camino.
Una sola condición exijo:
Juliana ha de llamarse.
Y es que mi enojo reclama
dilatar en mi cuerpo
el error de haberla amado.
Celos
Me duele imaginar
que, al besarme,
tus labios suspiren otro nombre.
Que otra boca, cuando te beso
asalte tu memoria.
Percibir
Sentir como trémulo el suspiro
se aproxima a la comisura del recuerdo
y percibir un intenso aroma a ausencia.
Eso es dolerme tu memoria.
Susurros
Me susurras
que quieres arreglar lo nuestro,
que deseas de nuevo sentir
en tu interior la primavera.
Y sabes con certeza que abril
viene sin agua entre sus labios,
que en nuestro mayo
solo florece la flor de la desdicha.
Sin reservas
Llegaste a mí cual atlas mutilado.
Pasamos del prólogo al epílogo
sin haber estudiado las sendas
de tu cuerpo.
Me botas
Me arrojas de la alcoba
porque dices que ronco.
Y me refugio en la habitación de los libros.
Me echas de váter porque, según tú,
meo fuera del tiesto.
Me botas de la cocina manifestando
que siempre vierto la sal.
Me expulsas del salón y alegas
que me hago dueño del mando a distancia.
Y yo me recluyo
con tristeza en la habitación de los libros,
porque sé que algún día me echaras
mucho,
mucho
de menos.
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