Mi madre me enseñaba a fregar de rodillas,
La línea que separaba nuestro suelo del vecino,
Recta, marcada, más blanca la madera, que se note que somos
Las que mejor fregamos, de rodillas.
Las monjas me enseñaban a rezar de rodillas, a confesar de rodillas
Y de rodillas los castigos que sanan, eso decían.
Los hombres querían que fuera de rodillas por sus normas,
De rodillas pidiendo su permiso
De rodillas en el trabajo, no fueras a perderlo, me avisaban
De rodillas pidiendo mis derechos.
De rodillas escribiendo en el templo de las palabras
Siempre creyendo que el mundo era el alto muro de un cementerio.
A nadie puede extrañarle que cuando conseguí ponerme en pie
y mirarlo cara a cara
no pudiera contener mi alegría
viendo lo alta que yo era en realidad.
Begoña Abad. Madre. Ed. Pregunta, 2021
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