Con este tema dejé de pensar que SA era un grupo de berridos. Me había acercado a la banda porque sus camisetas rulaban por todos lados con su sello inconfundible. Cualquier llevaba una. Ellos y Negu Gorriak vendían más merchandaising que discos. Eran nuestros Ramones.
Estas chorradas son muy españolas. Tenemos más escritores que lectores, más cenas de empresa que empresas y más camisetas del Madrid que madrileños.
Mi amigo Edu era mucho de SA. Era mucho de todo lo que hiciera ruido, creo que por molestar a su madre que era un poco gilipollas. El caso es que me pasó el disco de Ratas y no me gustó. Andaba comodón con Extremoduro y los Platero, que en aquellas, hacían los bolos juntos. En Madrid llenaron el Palacio de los Deportes viernes y sábado, dos fines de semana seguidos, algo que no ocurría con grupos de rock español.
Robe se prendó del Uoho y Fito se lo montó en solitario por falta de foco. Le fue bien con Los Fitipaldis, pero se quedó en los 40 que era lo principal. Se paró en lo que ya sabía y a las chicas les molaba. A mí Fito me parece música de funcionario, un rock de estribillo y coche de segunda mano. Historias contadas mil veces por mil cantantes iguales. Fito es el Manu Carrasco de Bilbao.
Habría hecho leyenda de haberlo dejado hace veinte años y haber muerto de sobredosis. Robe se bajó de la burra y del caballo. Se puso escritor y entendió muchas cosas.
SA eran destroyers. La voz de lija puso la “k” alcohólica a su nombre. Lo bueno de esta gente es que supieron evolucionar. En el disco de No intente hacer esto en su casa, en cuya portada aparecía un Rodin pensante, los berridos ya estaban matizados. La producción dejaba entender la letra. Ahí había grupo. Cambios de ritmo, matices, pausas, silencios que empujaban el resto del tema. SA eran los Harold Pinter del trash.
“Cuesta distinguir la realidad cuando la vida no vale nada, cuando nada vale nada ya”, denuncia social, rock rapeado, con mucha tralla y mucha rabia. Supongo que verles en directo sería una descarga. Dentro del disco había canciones como Sentar la cabeza y pensar con el culo, donde hablaban de cómo la paternidad te vuelve justificante.
En fin, música de tan buena factura que se les ve el producto. Luego se rapan la greña, se afeitan la calva y se tatoonean. Sé de lo que hablo porque conmigo han pasado del “Árbitro, córtate el pelo”, al “bibliotecario, calvo hijo puta”, en apenas veinte años.
Los SA llevan tres décadas echándose arena en los ojos. En el mundo del dinero todos vendemos algo y los SA vendían hartazgo. Desde que Carmena le hizo la alfombra roja a Amancio Ortega ensanchando la Gran Vía, nadie quiere vender rabia, y lo que es peor: tampoco quieren que la compres.
Las Organizaciones No Gubernamentales se han puesto de parte del Gobierno porque las funda el gobierno y las financia el gobierno. Véase FAES, Víctimas del Terrorismo, Manos Blancas, Movimiento contra la Intolerancia, y un etcétera de arcada. Por eso César Strawberry anduvo con la Audiencia detrás de la oreja, y Willy Toledo mirando a Cuenca.
Cuando uno ha leído El Proceso de Kafka entiende muchas cosas. Kafka es el Ivan Illich de la literatura (me refiero al pensador no al libro de Tolstoi). Por eso vimos a Krahe crucificado ante Canal Plus, a Dani Mateo sonarse flojito con la bandera de Vox y por el estilo. Soziedad Alkohólika, como si fueran titiriteros, han perdido bolos a lo Luis Pastor porque ya hasta Rozalén pasa por roja.
La censura como conducta merece una lupa. Nace del miedo al espejo, de descubrir que lo prohibido sabe bien y coloca mejor. Decía Flaubert que al final todos somos puertas giratorias. Lo importante es que Endesa siga teniendo más luces que nadie y te cobre en el recibo lo que se ahorra en LED cultural el Alcalde de Vigo.
Yo he escuchado letras de La Polla Records, de Mama Ladilla y de Def con Dos cojonudas, pero encorsetadas en una música coja. En este disco, SA se libra de la escoliosis.
Jonás Sánchez Pedrero. Trilogía 59. Ed. Ediciones del Ambroz, 2021.
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