documentos de pensamiento radical

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lunes, 31 de julio de 2023

Sabeu?

                                                                             



                                                                   Sabeu?

No puc alçar la veu.

Visc en silenci gairebé,

em cal la vostra atenció

abans jo no la reclami.

Si no em mireu

no em sentiu

perquè no puc

alçar la veu.


Ni cridar-vos, avisar-vos

que una bandera és a punt

de caure-us al damunt.

Els meus gestos, sabeu?,

no acompanyen paraules,

les volen substituir

perquè no puc

alçar la veu.


***


( ¿Sabéis? / No puedo alzar la voz./ Vivo casi en silencio / necesito vuestra atención / antes que yo la reclame. / Si no me miráis / no me oís / porqué no puedo / alzar la voz. // Ni gritaros, avisaros / de que una bandera está a punto / de caerse-os encima. / Mis gestos, ¿sabéis?, / no acompañan palabras, / quieren sustituirlas / porqué no puedo / alzar la voz.)



Pep Castell

Fotografía de Juan Sánchez Amorós


domingo, 30 de julio de 2023

6 poemas de ECLIPSE de RICARDO FERNÁNDEZ MOYANO




La espera te hace fuerte,

da valor al desorden de las horas sombrías.

Intentas escribir un verso,

no hallas palabras,

de repente se agolpan

en una contradanza sin sentido,

y así surge el poema.

Ahora lo contemplas en silencio

y te preguntas:

¿para qué?

¿de qué sirves poesía?

Y otra vez vuelves

la vista a tus adentros.


***


EL silencio es oscuro

en las cuencas del mar.

Campiñas de pizarra inundan nuestras noches

en paz con las estrellas.

El miedo no es azul,

como los ojos de una ninfa,

sólo un frío terrible que corrompe la entraña.

Nada queda de aquella búsqueda,

cuando pensaste hallar

la perla que te llevaría

a comprender la vida.

La luna no era la respuesta.


***


NADIE conoce

qué nos espera

cuando atravesamos la niebla;

ni siquiera en los días más serenos

logramos otear detrás del horizonte.


***


NO supe ungir mis pulsos

al ritmo del reloj

de la inconstancia,

me ahogué en esa lágrima:

la sensación de haber llegado tarde

al amor y su lava;

pero aún queda tiempo, daré un impulso más

a mis ventrículos

y flotaré en el mar,

a la deriva.


***


SABES que no viniste

para quedarte,

que tu estancia sería efímera;

pero te acomodaste en esta casa,

creaste un hogar cálido,

para aguantar el tedio de los días:

vivir como si fueras perdurable.

De pronto, tras cualquier esquina,

la vida te sorprende con su látigo;

todo es fugaz,

un instante que se consume

despacio,

al ritmo de la vela que acompaña tus sueños.


***


AHORA perteneces al olvido,

transitas solitario por las calles

sin más certeza que tu senda,

mientras suena en la radio

una antigua canción de despedida.

Ya no hay ojos sonrientes en los bosques callados

de este recinto

y los días son cada vez

como aquellas eternas noches:

el insomnio era azul.

La palabra, único refugio.



Ricardo Fernández Moyano. Eclipse. Ed. Nautilus, 2023

viernes, 28 de julio de 2023

APUNTES A CORO EN LA PENUMBRA de RAFAEL ALCALÁ -fragmentos-




65

 

Un hombre cualquiera está agonizando en alguna parte del mundo. Ni un alma le acompaña.

Y no existe nadie, absolutamente nadie, a quien le importe su total desaparición. ¿O acaso pensaba usted en algo distinto?

 

 

87

 

Sólo pensar en el dinero no es tener los días contados, sino los billetes

 

 

91

 

No creer en nada es cerrar con llave la puerta del corazón

 

 

100

 

Sabio es el juez que libera de cargos al ladrón que se roba a sí mismo

 

 

107

 

Hacer el amor es producirle cosquillas al tiempo

 

 

145

 

El pesimista lee los periódicos al revés

 


 

 

168

 

Estamos viendo la tele. Nuestros acompañantes se dan cuenta de que miramos el aparato sin ningún interés. “¿Qué hacéis?”, cuestionan sobresaltados.

“Observamos una pantalla con imágenes oscuras, casi negras, totalmente muertas”, respondemos de forma maquinal. “¡Pero nos encanta observar la nada y no pensar!”, agregamos imperturbables. Hacer trabajar la mente produce trastornos psíquicos irreversibles, a día de hoy.

 

 

182

 

Hoy celebramos nuestro cumpleaños. No hay mucho que festejar, porque sabemos que hemos agotado nuestros días y que la Parca nos acecha. Sin embargo, hacemos terapia para que no nos pese el tiempo transcurrido. Hasta aquí hemos llegado; cambiemos el mal ánimo por el optimismo. En estos años que nos quedan todavía (presumiblemente), debemos esperar un milagro: hacernos con el móvil de la más avanzada tecnología y llegar a dominarlo, o aprender a enviar whatsapps en un tiempo récord. ¡Ah, qué placentera sería entonces la vida que nos resta! ¿O nos estamos equivocando en nuestros vaticinios y nos dejamos llevar por la obsesión compulsiva de la dócil camada?

 

 

190

 

Hace ya muchos decenios que nos obligaron a continuar por este camino que hoy cubrimos. No hay marcha atrás, sólo seguir adelante. Ésa era la misión. Y seguimos, seguimos y seguimos…

Y cuando solucionemos el problema que nos habían encomendado, por fin seremos libres de vientos y mareas, con la satisfacción de haber cumplido el compromiso adquirido en el momento, único e irrepetible, más quintaesenciado de la vida. ¡Sin lugar a dudas!

 

 


Nueva entrega de Rafael Alcalá, donde sigue la estela de la brevedad, condensada esencia, con toques de ironía y ternura, e incluso brotes de crítica social. Breves y atinados suspiros poéticos, en la línea de los que ya pudimos disfrutar en su hermoso libro de greguerías. Deliberado cajón de sastre, apartado de las medidas y formas oficiales, alejado de los formatos más repetidos. Distanciado de lo convencional, buscando en la literatura un refugio de papel y alegría frente a la cercana muerte, que ya se vislumbra. La hoja en blanco como gozoso escondite, provisional, frente al absurdo devenir humano. El volumen está dividido en tres partes: "Reflexiones aforísticas, que condensan una particular visión del mundo, llena de desesperanza y derrota, compensados con unas gotas de afecto y esperanza. Píldoras de maestría concentrada. Las dos partes restantes: "Reflexiones sombrías" y "Reflexiones De Profundis" muy diferentes entre sí, son el verdadero cajón. Reunión de textos muy distintos en extensión, temática y tratamiento, pero siempre rezumando la personal visión del autor; poética desesperada, con un pellizco de ternura por sus semejantes. Libro muy personal, de profunda madurez, que invita a una serena lectura.

                                       Manuel Varo

jueves, 27 de julio de 2023

PREFERIRÍA NO HACERLO...




Esta mañana, jueves víspera de reyes, 5 de enero de 2023, cuando

son exactamente las 6 y 24 de la mañana, me viene un recuerdo

muy certero, que sitúo allá por 1989-1990, cuando trabajaba como

responsable del departamento de caballeros ( porque decir jefe

sería decir demasiado, ya que al fin y al cabo, no era más que otro

eslabón de la tropa de trabajadores, por muy responsable que

fuera), y recuerdo como al final de cada jornada, a eso de las

nueve, nueve y media, ya próximo al cierre de la tienda de C&A

Modas—de la que era responsable cuando me tocaba—me

entretenía en unas charlas muy animadas con el vigilante de puerta,

que como todos los negocios por aquella época (hoy día sigue

siendo así), custodiaban las entrada y salidas de los clientes con el

fin de persuadir a la gente de que no intentara el hurto de prendas

de ropa, que es a lo que nos dedicábamos.

En aquellas charlas, en especial con un vigilante en concreto, que

estuvo bastante tiempo con nosotros, hablaba yo principalmente de

mi anhelo por salir de aquella ‘esclavitud’ que para mí suponía estar

sujeto a aquel trabajo, bajo un horario por turnos, ya que la tienda

estaba en el primer gran centro comercial que se abrió en Málaga,

en las afueras de la ciudad por aquellos entonces, y por tanto tenía

un amplio espectro horario ininterrumpido, de 10 de la mañana a 10

de la noche. Comíamos además en el propio centro comercial, con

lo cual ahí fue donde empecé a aficionarme a comer hamburguesas

del McDonald, que también fue pionero en la ciudad por aquellos

entonces (la hamburguesa ya se comía en España desde hacía

tiempo, no obstante).

El vigilante, del que desgraciadamente no me acuerdo de su

nombre, tenía una hija con lo que ahora se denominaría una

‘enfermedad rara’, que la tenía postrada en silla de ruedas. Aquel

hombre estaba entregado en cuerpo y alma a aquella chiquilla, y su

deseo era también darle lo mejor posible, para que pudiera tener

una vida digna, una vida lo mas saludable posible, ya que aquella

enfermedad, en realidad, no tenía cura, y cada vez degeneraba más

hasta su final.

Así que cada tarde, una hora más o menos antes del cierre y

cuando la afluencia de clientes iba disminuyendo notablemente, nos

disponíamos ambos a contarnos mutuamente nuestros anhelos.


Yo le hablaba del ansia de libertad (que por aquellos entonces tenía

contenida). Le hablaba de mi rebeldía contra el sistema, algo quizá

heredado de la contracultura española de los años 70, y que

aunque a mí me cogió muy niño aún, tras la muerte de Franco en

1975 con tan solo 12 años, de alguna manera creo que dejo un

poso, que fue avivado además, por las continuas charlas y

conversaciones con mi amiga Maribel, de la CNT de Málaga, en el

barrio de Miraflores de los Ángeles, en su tienda, con aquella

pandilla formada por mis amigos José Miguel, Carlos y Paquito,

todos pertenecientes a los coros y danzas, vestigios de la antigua

sección femenina de la falange española, escondidas en lo que se

llamaba la O.J.E.

Le hablaba desde mi perspectiva ecológica, desde mi amor por la

naturaleza, de mi respecto hacia ella, de mi necesidad de vivir

conforme a sus leyes, desprovisto de artificios y artefactos de

consumo. Le hablaba de romper las cadenas del eslabón del

trabajo, que nos mantiene sujeto (Y eso que entonces ni conocía ni

había leído aún, a Bertrand Russell con su ‘Elogio de la ociosidad’,

ni a Robert Louis Stevenson en su ‘En defensa de los ociosos’, ni

tampoco conocía ni había leído a Paul Lafargue en su ‘El derecho a

la pereza’, ni siquiera había leído—por entonces—al gran Bartleby,

el escribiente, de Herman Melville con su: “Preferiría no tener que

hacerlo…”; en fin, todos ellos alegatos al derecho a decidir si

queríamos encadenarnos de por vida o no , a un trabajo, que lo más

que nos hacía era reportarnos un dinero que necesitábamos para

vivir, dentro de la sociedad de consumo capitalista, de la cual

formábamos parte (y seguimos formando parte).

El vigilante, se entusiasmaba con mis charlas alentadoras, y

recuerdo que ya hacia el final de mi permanencia en aquel

trabajo—que finalmente dejé en la primavera de 1990—optó por

irse a vivir fuera de la ciudad, en una parcelita que alquiló en el

pueblo de Cártama, con su terrenito para sembrar sus tomates y

cebollas; un lugar donde su hija, pudiera tener al fin, un espacio

donde poder estar en contacto con la naturaleza, para que pudiera

absorber los rayos del sol directamente sobre su piel, donde pudiera

respirar al aire libre, fuera de los humos de la ciudad; donde en

definitiva, poder construir junto a ella, junto a su hijita, unos nuevos

sueños de libertad.


Los mismos sueños que hoy día albergo de nuevo, cumplidos ya los

60 años, ahora cuando la jubilación que hasta no hace mucho era a

los 65, se aleja hasta los 67. Y que me coge—de nuevo—con esas

mismas ansias de libertad que por aquellos entonces dibujaba en

mis sueños con aquel vigilante de puerta y su hijita.




miércoles, 26 de julio de 2023

Primer Manifiesto para ser leído ante los ángeles y los transeúntes




El vencedor debe incluir en su acción, siempre, las ideas del vencido. Debe darle corporeidad en sus reflexiones, corporeidad en sus pensamientos cotidianos y, saber que, desde ese momento, el vencido es el poeta que vive dentro de sí.

 Debe procurar sentir, internamente, cada vez que ve a alguien a la cara (en la caja del supermercado o comprando un ticket para el bus) que el vencido habita dentro de él y que él, y su propia voz, le pertenecen. Debe procurar ser siempre la moneda que gira en el aire, cae en la fuente y no llega a dilucidar nunca, con claridad, por las leves ondas del agua, cuál de sus dos lados es la suerte que el destino le depara. 

La realidad, por ejemplo, no es más que un pájaro encerrado en un espejo. Esta frase puede que no tenga sentido. El sentido es lo primero que debemos desterrar para que todo alcance “a ser”. En las bibliotecas hay gorriones en las estanterías. En los ejércitos hay tulipanes soñolientos y puede que, a partir del lunes, las estrellas de mar aparezcan colgadas de la noche del mundo. Hay quienes quieren que la realidad sea una sucursal bancaria, un ministerio. La realidad es la dinamita de la burocracia y huye de los diccionarios. El poeta no debe preguntarse ¿por qué? El poeta tiene que sentir al vencido dentro de él y liberar al pájaro del espejo de la realidad. 

Los poetas deben saber, desde hoy, el precio de las alubias y de las estrellas. El árbol que levanta su copa hasta la ventana del quinto piso es Dios. El verso que describe el árbol es Dios. La sensación perfecta que se convierte luego en un verso imperfecto es también Dios. El poeta debe saber viajar entre las galaxias mientras viaja en el bus hacia su trabajo de medio tiempo. 

He ahí el dilema: Dios es agnóstico. Entonces el poema barre las palabras bajo la alfombra del lenguaje y nos dice lo que subyace. La realidad cojea. Los cerdos nos piden nuestros currículos vitae, pero no tenemos más que biblias de ateos donde depositar nuestros sueños. El poema debería ser un mapa estelar para desorientar a la policía y a los cerdos. Jamás repartir carnet de poetas. 

Hermanos ángeles, hermanos transeúntes: los poetas somos hoy pólvora mojada. Nos han puesto de adorno en las repisas de las casas. Lejanos están los días en que la palabra de alguna de nosotros tenía algo de importancia en la construcción del alma humana. Nos han sentado a comer en la mesa de los niños. Les han quitado las cuerdas a nuestras guitarras y a nuestros violines. Han encerrado nuestros sueños en hermosos libros que nadie lee. Que nadie pretende leer. Que nadie sabe para qué debería leer. El neoliberalismo ha desactivado la fuerza explosiva y transformadora de la poesía. 

El poema es un rider que nos trae milagros por encargo. El poema retorna de donde nadie ha ido para traernos un puñado de luz. El poema alumbra haciéndonos cerrar los ojos. No están hechos los libros para la poesía. Tampoco los poetas están hechos para escribir poemas. Amable lector: usted es el poema que camina descalzo sobre “esa otra realidad”. 

Hermanos ángeles, hermanos transeúntes: hoy a los poetas nos han atiborrado de seminarios, becas y premios, y nos hemos contentado con todo eso. Hoy un poeta exitoso es aquel al que invitan con todo pagado a la mayoría de festivales alrededor del mundo. Basta un buen hotel, unos dólares de viáticos y una botella de vodka para contentar a un poeta y cerrarle la boca. Las universidades están llenas de poetas académicos y aburridos saltando de beca en beca lamiéndole el culo a los gringos. Con esto, sin duda, han querido ofrecernos un retiro digno. Nos han peinado y, de vez en cuando, nos dejan ostentar algo de excentricidad que nos permita recordar que alguna vez nuestra labor tuvo la dignidad de un verdadero aguafiestas. Nos han arrebatado el discurso. Nos han arrebatado la palabra. Hoy un poema tiene menos valor que la lista de la compra del supermercado. 

Hermanos ángeles, hermanos transeúntes: nunca antes, en apariencia, hemos sido más libres como hoy. Nunca antes, en apariencia, la palabra ha hecho tanto ruido que no se ha entendido del todo su significado. Nunca antes, como ahora, la palabra cierta ha causado tanta indiferencia. Nunca antes, como ahora, la poesía ha dado la sensación real de no servir absolutamente para nada. Cerremos los ojos y cerremos los libros para ver: esto es lo que nos dice la poesía. Los misterios de la vida y sus equinoccios no caben en una pantallita de teléfono hecha con alas de polilla. No hay apps que nos expliquen lo inexplicable: la emoción y la rebeldía. La vida como milagro. Olvidemos las becas y los becarios. Olvidemos el ruido de miles de filólogos queriendo explicarnos qué es la poesía para terminar hablándonos de sus tesis universitarias. ¡Plop! Aléjese de los bandoleros que le quieren decir “qué es un poema”. Aléjese de usted mismo. Verá el poema con mayor claridad. Hermanos ángeles, hermanos transeúntes: nunca, en apariencia, hemos sido tan libres como hoy y nunca como hoy el pensamiento diferente se reprime con la expulsión del paraíso. Nunca como hoy la libertad ha cambiado tan drásticamente de significado mientras los poetas erran por países, de congreso en congreso, sobre el futuro de la poesía. 

Sin embargo, no hay coloquios de ángeles. Tampoco los erizos se juntan para tejer mantarrayas. La libertad ha sido secuestrada por la libertad. La poesía es el camarero que le pone las copas a los gorriones que duermen en nuestro corazón. Los filólogos no nos explican eso en sus ponencias. Pero tampoco los poetas nos explican eso en sus ponencias pagadas y, hoy, solo nos hablan de sus egos infinitos basados en sus libros absolutamente finitos. El libro se ha convertido en la jaula de la poesía y la poesía, tampoco es ya, un pájaro que canta. La línea entre la realidad y la ficción, esa línea que entendíamos apenas marcada en la arena mojada, es hoy, un muro que va creciendo ladrillo a ladrillo. El ritmo de la poesía debe ser el ritmo exacto de los latidos del corazón mientras todo corazón humano, es en sí, un corazón arquetipo. La sombra de los árboles queda marcada en la pared aun cuando anochece. También el poema testifica en el tribunal de los culpables. De hecho, a su favor. No hay antología posible que recoja todas nuestras derrotas. Tampoco salen esquelas en los diarios anunciando la muerte de un puercoespín. La pérdida se llena de plumas en el poema. El dolor picotea los márgenes del lenguaje. Sí. Pero también hay que traer a la poesía otros símbolos: risas, misterios estropeados, amores por correspondencia. La poesía habla de todo porque no habla de nada. Ahí radica su misterio. ¿Entonces, quién les ha dado el carnet de poetas a los que viven repartiendo carnets de poeta? Hermanos ángeles, hermanos transeúntes: devolvámosle el fuego a las palabras que estaban hechas de fuego. Devolvámosle el balbuceo a las palabras que infinitamente balbuceaban. La poesía no es solo oficio para poetas, pero tampoco es oficio para personas ordinarias. Que todo aquello que indigna vuelva a indignarnos. Devolvámosle la sangre a nuestros rostros. 


Bruno Pólack / Nilton Santiago Lima / Barcelona, 2021 Diseño: Tall. Gráf. La Cortapisa 

martes, 25 de julio de 2023

reVerDecir (fragmentos)

 

 



 

La poesía es al mundo lo que la verdad a la belleza. Con Mayte.

 

 

NO VA a quedar

más remedio

que mirar

de frente

al desastre

Olga Muñoz,  15 filos

 

 

ni idea de lo que sueño por las noches

Martha Asunción Alonso, Autorretrato

 

no  sé qué seda resiste

sin memoria de la caída

Laura Giordani, La infancia que nos aguarda

 

 

 

 

La Niña silvestre, I

 

deshielo destierro desierto

— ¿Y si la planta es luz y la luz, agua y el agua, bendición y la bendición, niña del desierto, eres tú plantando nuestra vida en el centro de la gratitud y el azar?

 

 

cultura es manantial.

Juan Gil-Albert

 

no pueden entenderlo, no pueden imaginarlo.

Susan Sontag

 

si una viera con ojos extranjeros lo que no se ve con ingenuidad vería al instante, ingeniera de la complejidad —la sutileza escarbando entre raros amuletos —un mapa —no un territorio —lo impropio —una suerte de jeroglífico prestado —la embarcación de río que desemboca en la acción de las niñas medicina —la mirada otra que esconde a la vista lo secreto y oculta lo obvio —que se desarma —la vejez de una mirada no legitima un saber —salvo cuando aúna claridad y hondura —temblor y primario razonar —ver es siempre aprender —calibrar —la vida ¿es una visión o un manantial? no ver —beber caminar tomar el sol —reVerDecir

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

si aún no se conoce la vida,

¿cómo se podría conocer la muerte?

Cita de Confucio relatada por Elias Canetti.

 

 

bebo desplazando el rito del miedo

con serenidad y gratitud de puma

en la orilla del nocturno río blanco

bebo en taza de luna negro sueño

bebo desplazando el sí del luego

con libertad y lentitud de búfala

en la hora discreta de los vínculos

bebo la amarga sombra de tu cuerpo

leo la muerte en los labios morados

anciana madre que nace de mi sed

de vida y peregrinaje de lo intacto

acuno a la hija que ha de parirme

en las aguas borrosas del poema

ante el pavor de la muerte editora

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Amo este cuerpo incomprensible

y su miseria clínica.

Antonio Gamoneda

 

 

cuerpea el lenguaje y desdice las mentiras —se inclina sobre la belleza que envejece —pone las tildes y ordena las sílabas oxigenadas por la música coagulada en la espera de un adiós animal —no con esperanza ni melancolía —amando en la víspera del último verdor —fábula deiforme en la estrofa de los abrazos —un lugar bajo las estrellas sin extranjería sin salario sin rey —república de tu cuerpo entrelazado a mis labios —a mis manos a mi muerte —escritura de tendones y párpados en tensión apasionada —caligrafía de besos —páginas en blanco para el llanto y las injurias la tortura el desprecio mineral —la relación de humores y sintagmas —de nervios y metáforas —eléctricos impulsos y silencios rojos y naranjas en el ojo creativo de la mariposa —la palabra ver —la imagen decir —la nota re —el respirar acompasado de los amantes —los coros y la danza de la cuerpa deslizándose por mi retina —ese enfermizo organismo que es el habla la norma el mundo de las penas y los penados —el que desposee su vida —la que desaprendió la lengua a base de impotencias ¿cómo puede cantar en el funeral de la Tierra? —¿cómo no?

 

 

 

 

¿de cuántas maneras se puede poner el cuerpo a trabajar?

Luz Pichel, Din din don y más hortensias azuis

 

 

sí —lo que busca reposo en tus ojos

pequeño polizón nocturno —es un candil

de palabras suaves y luminiscentes —dulces

la partitura que humea en tierra abonada

los días vinieron ásperos fríos —sin alegrías

las noches se llevaron el descanso la calma

—un sordo no encuentra en la música lo sanador

se ovilla en su destierro —se atiborra de sombra

no es país para el poema lo ciego que nos convoca

—tú y nadie sois un abrazo —una revuelta de letras

complot de la coral que tiñe la blanca celda infinita

—saborea este momento y con irreverencia al poder

niégale tu desastre pobreza desamparo —levántate

de lo inesperado y su lacra —cuerpo que canta al alba

 

 

 

 

 

 

 

este es un lugar azotado por el viento

Chus pato, Carne de Leviatán

 

¿hasta dónde llega el corazón en su quiebra?

un límite es la mente —otro la fábula de lo real

entre ambos una libélula dentro de una campana

de cristal da vueltas sin ver la jaula transparente

—casi a oscuras todo se entrevista con la verdad

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El orto al revés o la tarde

Concha García, La dicha oculta.

 

lo que a la luna que se esconde dicen

las aves que madrugan en tus ojos

con la confianza de los reencuentros

día a día en su vuelo hacia la nada

la plata que reflejas es la cuchara tibia

de una reunión del amor y la distancia

el reposo de la belleza en lo frágil

la bendición del nombre inexistencia

acaricia el dedo de nubes grises aquí

en la frente bronceada de la pasión

esa luna mujer en rama de eternidad

¿hay lugar dónde no seas tan necesaria?

no hay tributo que cubra tu fulguración

el mundo existe desde tus palabras

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

epitafio

gracias, saludo de despedida

lo solo del animal

Olvido García Valdés, Lo solo del animal

 

 

i

encontré algo —no es tan importante

—encontré algo que no era mío —lo único

mío ya os lo devuelvo

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

[A Clarice Lispector y Susan Sontag]

 

El miedo a la vejez surge del reconocimiento de que no se está viviendo ahora la vida que se quisiera. Equivale en un sentido a insultar al presente.

Susan Sontag, Diarios.

 

 

se aleja la verdad conforme el dolor

se revela maestro y la locura ciencia

se alejan raudos el coraje la intrepidez

el placer más ofensivo —la efervescencia

escribir tiene y mucho de intemperie

la intimidad al otro lado de la muralla

en el descampado esa desnudez

del animal pudorosolo maldito biendice

¿alguna vez robaste un bello diamante

para lucirlo en la fiesta interior? sólo

dime como si fuera imposible juzgar

¿qué sabes de lo incomunicable?

maldición que sana  salud del enfermo

nos permite estar en ninguna celda

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

antiepitafio

pobreza

ir justos con lo que se dice

Teresa Soto, Caídas

 

ii

el día amaneció sereno y luminoso

quiera este nuevo año seguir sus pasos

sin ansia ni miedo —sin distracciones

que nos descentren de la simple existencia

en la salud de sus vínculos

si vuelve el error —las palabras recuerden

el camino de regreso —la mecánica

arbórea —la compasiva industria

de la nieve el deshielo y la insurrección

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

la amistad

como territorio inasible del que brinda en la derrota

Vena Amoris, R. Saravia

 

yo soy caos pero el amor es sincero

un poco torpe —un poco atrevido

un poco apasionado —un poco ciego

un poco conflictivo —un poco destartalado

—yo soy un disparate pero te quiero

quiero tu sombra que se comba azul

quiero tu sonrisa que florece blanca

quiero tu sexo que se desborda índigo

—yo soy una ciudad pero estoy solo

solo con mi orfandad sin vergüenza

solo con mi pobreza sin desamparo

solo con mi hambre sincera e incauta

solo con mi amor sin idealidades

—solo con mi muerte y tu vida para todo

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

epitafio

 

¿de verdad me enseñarás a vivir?

Arturo Borra, Desde lejos

 

iii

 

pareciera que la sobria tarde de enero —antecediendo a la noche más fría en décadas— nos guiñara el ojo —lo solar y su signar la extensa blancura del horizonte —su lágrima abajándose —lo que se oscurece ¿será flor? ¿y qué tipo de flor —¿para qué resurrección? —¿sobre qué piedras?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

una hoja cae

y hay un temblor de tierra

imperceptible

Carlos izquierdo, Volumetría de una nube

 

 

nuevo aniversario del olivar —en la tarde gris

cruje la tierra húmeda —aire y palabras

diluyéndose bucean la claridad y su dolor

—no se han vareado aún las olivas —mudas

regresan las viudas —las lactantes estrellas

sobre la tierra conversan con la lluvia

ocultas entre nubes —como viejas ladronas

—ningún rey merece corona —ninguna ley

estar por encima de la salud vincular

—el tribunal de la Naturaleza no tiene jueces

ni verdugos —recompone o disuelve las esencias

—algo así como harás tú hoy con este poema

—aceite de oliva sobre los tesoros de tierra y mar

¿quién estuvo deslomado vareando tu intrahistoria?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 antiepitafio

 

iv

 

día en su quid

—el azul resplandece

retiene la voz

—ya no nos necesitan

¡ay! orilla —mar —cielo

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El volumen del canto me enamora.

Alda Merini, Vacío de amor.

 

y que la muerte nos pille leyendo

que el amor nos libere leyendo

y que la feraz vida nos asile amando

y la relectura nos sorprenda muriendo

y que los pliegues se abran leyendo

—que los sueños se desplieguen leyendo

y que los errores se sanen releyendo

y la compasión concierna desleyendo

—que las revueltas nos sigan leyendo 

y que los ecocidios nos desdigan leyendo

y la cordura nos revuelva en acción

—que la lectura iguale al pensamiento

y ciencia y poesía sean el prosperar

de los árboles en la mariposa leyendo

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

[Con Teresa Garbí y Ángel López]

 

 

epitafio

 

v

 

café otoñal

lentitud del ocioso

—intenso —sutil

poso de lo ausente 

—nueve metamorfosis

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

creo que los libros sirven para todo, salvo precisamente para sacarles ideas.

Guilles Deleuze, En medio de Spinoza

 

 

 

—en el silencio de la taza humeante

así escribe quien se desplaza con suavidad

sin levantar polvo —ruido —resplandor

—de la taza vacía aún deviene aroma —dice

—la mano toca el aire —ahí lo percibe

vuelve a su discreta (in)quietud —sabe

lo que aún le falta y demora ese roce

—hace como la rama que la brisa mece

—bondad —sombra que se alarga en poesía

¿ves enfrente de esa muda fuente al ave

cómo se mira reflejada en el río helado?

—al instante alza el vuelo hasta la teja gris

temblorosa —por el peso de un nido de ideas

—las crías demandan sílabas nutritivas

 

 

 

 

 

 

 

[Con Julio Obeso]

 

 antiepitafio

vi

 

la poesía no se compra —se (ad)quiere

la mitad del esfuerzo es físico

la otra mitad intangible

—un arder desde el “sí mismo”

la escritura no se vende —se vive

¿el éxito de la vida? —inventar la muerte

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

[A la vieja y nueva guardia, la constelación imposible]

 

suceda lo que suceda

sucede en la sombra.

David Eloy Rodríguez, Cámara de resonancia.

 

 

hubo un tiempo de lanzas rotas contra el Imperio

de larvas rojas y negras en las llanuras incendiadas

—días que temblaron con el tronar de la hecatombe

edad eufórica de las derrotas hermosas sin pesadumbre

—los oscuros cielos se hundían en las copas de vino de mesa

—las manos cantaban la revuelta de los bosques y las letras

noches sin tregua horadaban los muros de la vergüenza

al alba se evaporaban alcohol y sudor de escaramuzas

—nadie era inofensivo flemático congruente insensible

y nadie atajó por el camino fácil —ni se detuvo —la erosión

del paisaje —la erótica del altermundismo chocaron

fue en un abrir y cerrar de ojos —saltaron los cristales

de la trinchera del canto insurrecto —el hogar se quebró

y en la intemperie del mundo el sol quemó las horas silvestres

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

epitafio

 

vii

 

ese ver que vuela —vuelve sin mí

—vista de la mente y sus bucles

ahora que van a descansar os nombran

heredad del vacío y del vínculo

—las ondulaciones sin cuerpo —el sí

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

[reVerDecir, con David y Lorenzo]

 

ALGO de país tiene

el voluntario errar

sin morada 

su solemne festín

que a voluntad come y bebe

Rosa Lentini, El veneno y la piedra

 

 

sí —que lo que busca reposo en tus ojos

lo que a la luna que se esconde dicen

se aleja la verdad conforme el dolor

yo soy caos pero el amor es sincero

nuevo aniversario del olivar —en la tarde gris

—en el silencio de la taza humeante

hubo un tiempo de lanzas rotas contra el Imperio

¿hasta dónde llega el corazón en su quiebra?

—encontré algo —no es tan importante

el día amaneció sereno y luminoso

—día en su quid —el azul resplandece

—café otoñal —lentitud del ocioso intenso sutil

—la poesía no se compra —se (ad)quiere

ese ver que vuela —vuelve sin mí

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La Niña silvestre, II

 

         todavía

 

[brotes tiernos de las orquídeas —como tus palabras —van a florecer en la víspera de la desobediencia —y no mañana —hoy me haces mirar —mimar —la frágil esperanza —el deseo más fuerte que la entropía del universo o la maldad autoexigida en el orden civilizador —larvas entre dos orillas —astillas de amor reverdeciendo]

 

          es siempre cultivar luz y sombra

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 Viktor Gómez. 

Paterna, a 5 de febrero de 2021

revisado 5 de mayo de 2021