La espera te hace fuerte,
da valor al desorden de las horas sombrías.
Intentas escribir un verso,
no hallas palabras,
de repente se agolpan
en una contradanza sin sentido,
y así surge el poema.
Ahora lo contemplas en silencio
y te preguntas:
¿para qué?
¿de qué sirves poesía?
Y otra vez vuelves
la vista a tus adentros.
***
EL silencio es oscuro
en las cuencas del mar.
Campiñas de pizarra inundan nuestras noches
en paz con las estrellas.
El miedo no es azul,
como los ojos de una ninfa,
sólo un frío terrible que corrompe la entraña.
Nada queda de aquella búsqueda,
cuando pensaste hallar
la perla que te llevaría
a comprender la vida.
La luna no era la respuesta.
***
NADIE conoce
qué nos espera
cuando atravesamos la niebla;
ni siquiera en los días más serenos
logramos otear detrás del horizonte.
***
NO supe ungir mis pulsos
al ritmo del reloj
de la inconstancia,
me ahogué en esa lágrima:
la sensación de haber llegado tarde
al amor y su lava;
pero aún queda tiempo, daré un impulso más
a mis ventrículos
y flotaré en el mar,
a la deriva.
***
SABES que no viniste
para quedarte,
que tu estancia sería efímera;
pero te acomodaste en esta casa,
creaste un hogar cálido,
para aguantar el tedio de los días:
vivir como si fueras perdurable.
De pronto, tras cualquier esquina,
la vida te sorprende con su látigo;
todo es fugaz,
un instante que se consume
despacio,
al ritmo de la vela que acompaña tus sueños.
***
AHORA perteneces al olvido,
transitas solitario por las calles
sin más certeza que tu senda,
mientras suena en la radio
una antigua canción de despedida.
Ya no hay ojos sonrientes en los bosques callados
de este recinto
y los días son cada vez
como aquellas eternas noches:
el insomnio era azul.
La palabra, único refugio.
Ricardo Fernández Moyano. Eclipse. Ed. Nautilus, 2023
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