A mi madre
Quisiera
que la humana voz
–la pura voz humana–
llegue a hombres y mujeres
antes de que acabe el mundo a cada rato,
sin estrépitos.
Anotar los sonidos angostos,
escribir
palabras-dardo pero palabras buenas;
extraer mi canto de la boca de la calle
con verbos que nacen de la lengua del deleite
y el respeto.
[Desdentar las aristas de la enfermedad,
deletrear los perfumes de la primavera,
versificar cada ángulo de la discriminación,
confinar el desprecio de moralistas,
desvestir a los publicistas del ahorro básico,
suspender las ejecuciones de los cotidianos asesinatos de la dignidad,
doblegar el fusil de los cazadores, desabotonar fronteras,
transterrar hienas.]
Palabras que abran puertas, que erijan puentes,
que sanen, que alimenten
al perro apaleado y abandonado:
al exangüe, al perseguido, al tullido, al barrendero que del suelo retira colillas y mascarillas usadas, a la peruana que cuida a ancianos y apenas puede cuidar a los suyos, al carpintero precario y a la universitaria que subsiste de camarera, a la gitana analfabeta, al mantero negro muy negro, a las kellympian retretes públicos y padecen el síndrome del túnel carpiano, al senegalés deportado en autobús y abandonado para morir en el Sáhara, al moro esclavo en el invernadero, al parado de larga duración, a las violadas y a las que lo serán, a la enferma mental, a las once personas que se suicidan cada dos horas y quince minutos a diario en este país, y al enfermo crónico,
carne de fantasmas a los que no vemos: nos.otros.
Quisiera, ay,
sosegar mi propio insilio,
laborar el lenguaje con voluntad en mano,
quizás de forma no tan lúcida, pero sí limpiamente infatigable.
Practicar –escribir– el amor
con expresión anónima
en un hueco entre los ruidos,
y ser jilguero, tal vez,
pero en sigilo.
ir
conjuntando la mirada y el verbo,
este oficio tan de tanteo,
tan de sombras
que persiguen la luz como un ahogado (…)
qué desatino necesario
este
de transmitir la vida boca a boca,
de defender al árbol como a
un hombre
y defender al hombre como a un planeta (…)
defenderlo con onomatopeyas,
con sílabas, palabras.
Palabras nada más (…)
Francisca Aguirre, «Oficio de tinieblas», Los trescientos escalones
Hago versos
porque no sé hacer la guerra. (…)
Si supiera hacer la guerra
engendraría agua con mis ojos
y repartiría lluvia en bocas torturadas.
Pero soy cobarde, señoras y señores, soy cobarde y hago versos.
Hago versos porque es mi forma de hacer amor,
y porque esta guerra está perdida cuando dejamos de ser humanidad.
Lola López Martín, piel adentro vocabulario tierra.
Lola López Martín,
Con la hiel en los labios,
Editorial Ultramarina,
Sevilla, 2023.
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