Razas
En la fiesta de las razas no hay buena música
pero es posible la cita a ciegas en paz.
La tarde que la televisión puso de nombre "futbol"
a la reunión pacífica de las estirpes
yo estaba fumando en la puerta del bar,
viendo que los hombres eran capaces de compartir
al menos la enajenación social
con la que nos adormecen los que dicen:
"Sé lo que hago con los demás"
Árabes y europeos sentados juntos viendo al real madrid.
El bar repleto de mentes pensantes con pasiones iguales,
el triunfo de una misma idea:
la de que el balón se cuele en la portería
Y el balón se cuela, una y otra vez:
el balón nos entra por todos lados,
por la cartera, por el corazón, por la cabeza
y nos ganan por goleada sin despeinarse
Estas manos
Estas manos, que me regaló la tierra y la carne,
no tienen intereses.
Solo se me pidió a cambio conciencia noble
y herencia de paz.
Estas manos cometieron actos impuros
ante la ley de los hombres,
pero son casi del todo inocentes.
Estas manos llegaron a sujetar la ternura de otras manos.
Fueron secuaces de la duda más profunda
y prometieron mentiras que sabían nunca una verdad.
Estas manos trabajaron para el amo,
fueron suyas a tiempo completo
porque yo se las vendí por dinero.
Estas manos acariciaron el rostro de niños
como si desearan no verlos hombres.
Estas manos aferraron un volante por toda Europa,
la vieja bruja prostituta que devora seres humanos
para garantizar los derechos de los seres humanos.
Estas manos sostuvieron a Tolkien y a King,
a Reverte y a Montalbán
y acabaron apoyadas en Eladio y Orihuela,
en Cañamares y en Falcón.
Estas manos nublaron mis retinas
con los cadáveres de los animales
atropellados en las carreteras.
Estas manos golpearon la puerta de la casa que fue mi hogar,
de rabia y de odio
o incluso tal vez,
para llamarme a mí mismo.
Nunca me abrí.
Pero estas manos también se enterraron en las playas del sur,
dónde la sangre me privó de convertirme en esclavo del alcohol.
Y estas mismas manos reprodujeron la profundidad silente de mi bolígrafo.
Con estos cinco dedos que acabarán tiesos,
envueltos en guantes de polvo crisálido,
yo he señalado plazas, cuadros, caballos
y cuerpos de todos tamaños y edades,
de todos pensamientos.
Y en ellos fui algo nuevo,
otro pensamiento en tiovivo.
Estas manos se ensuciaron a cargo de mercadona,
de plantas anatómicas, disfrimur
y la diputación provincial de Huelva,
y también se mancharon de mugre.
Estas manos que siempre fueron mías
me frotan a veces los ojos
y me aprietan los hombros
como en señal de cariño y ánimo.
"Sé fuerte hijo, lo que queda es mejor".
Y los surcos irisados de esta frente hastiada,
rastros de hombre enriquecidos por un pobre camino,
saben que estas manos no se llevarán
nada que no valga la pena.
Las manos de este hombre,
arpegios desconocidos en la canción global de la tierra,
son dos raíces con diez hijos ciegos,
y sin embargo han visto tanto…
Estas manos que tuve por fortuna,
estas solitarias manos…
parece que estuvieran vivas.
Magnate
Qué poco le falta
a la palabra magnate
para decir la verdad.
Ojalá
El día que te dije
que había llorado por ti
me dijiste que te parecía muy triste.
Sin embargo a mí me parece grandioso.
Ojalá te pase alguna vez.
Suburbios
A veces este trabajo no me da para más
La carretera, el sinsueño,
la rabia de mi complicidad con el terrorismo laboral,
los parkings que parecen campos de concentración
con sus letrinas llenas de mierda,
cansado de mi propio servilismo,
borracho de vergüenza…
Y por eso este trabajo
a veces no me da para más
que para fijarme en pequeñas cosas que están ahí.
Como si nada o como si todo.
Las revistas expuestas en las estanterías de las gasolineras.
De todo tipo y color,
hasta de izquierdas y derechas.
Pero en su feliz mayoría:
revistas de moda,
chismes sensacionalistas,
jardinería,
deportes,
motor,
belleza,
sexo,
amor.
Eso es todo lo que queda escrito
de una sociedad que se gusta
contra todo pronóstico.
¿Será que nos ha pasado un huracán por encima
o será que todos nosotros somos el huracán?
La guerra suave
Las personas se han convertido
en contenedores de furia
que van unos contra otros
por culpa de unos trabajos
que amplían sus horizontes
hacia una mayor capacidad de almacenaje
Y el sentimiento de impotencia social e individual
se convierte en el mejor de los productos
con los que los poderosos mantienen a raya
cualquier reflejo/destello de solidaridad colectiva
Palabra de dios
Te alabamos, señor
En la ruta, por ejemplo:
dos tíos se pasan un mes fuera de casa
en condiciones tan tristes que hasta da pena contarlo
"No podemos hacer nada. Esto es lo que hay.
Si no te gusta te puedes quedar en casa,
ya vendrá un rumano a hacer lo mismo por la mitad"
Así, la insurrección obrera queda reducida
a conseguir wifi gratis,
sexo gratis
o alcohol más barato.
Palabra de dios
Te alabamos, señor
Ningún ministerio de Hacienda
Ningún cuerpo policial del Estado
le hace la guerra a los empresarios del transporte
y ninguna conciencia detiene los millares de camiones
que circulan ilegalmente por toda Europa
Aunque yo me pregunto si cambiaría algo
en la tranquilidad del buen consumidor
de saber que nadie les hace pagar a esos empresarios honorables
los centenares de millones de euros que generan las infracciones
de sus empresas del transporte.
Mientras, a ellos les sablearán en multas,
hasta el último céntimo de cada semáforo rebasado en rojo,
de cada aparcamiento en la zona de minusválidos,
de cada adelantamiento peligroso,
de cada conducción temeraria.
Los millones de un puñado irán a Suiza.
Los millones de muchos irán a pagar el sistema.
Palabra de dios
Te alabamos, señor
Pero aún nos queda la guerra suave
para implosionar la gran revolución
de las zapatillas de andar por nuestra conciencia
y el "ya vendrán tiempos mejores".
Ya vendrán,
sí,
ya vendrán.
***
Hasta yo,
que no celebro cegueras señaladas
me dejé llevar por la visión
de la estrella fugaz que cayó
como un gargajo luminoso
perdiéndose en quien sabe
y en el silencio de la cabina,
conduciendo de noche,
me dije a mi mismo
−Anarquía.
Pensé de un tirón
Sólo una palabra
Mi deseo
Es triste pero
había algo de estúpido
en mi flaqueza
Maldita sea,
anarquía
Tan poca cosa
y en verdad,
lo estaba pidiendo todo
Cristian Esteban Martín. Antipoemas. Ed. Crecida, 2013
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