Hoy hace un año que murió
mi madre.
Una tarde como esta de
hace un año justamente.
Era una bonita tarde de
junio.
Gaviotas y vencejos
revoloteaban alrededor del bloque, donde vivió al menos 35 años, de 1986 a
2021.
Ya llevaba al menos dos
días con ‘cuidados paliativos’.
Susana y yo habíamos
salido un momento a hacer algunas ‘comprillas’ al Carrefour cercano.
Cuando de regreso,
aparcando, me llamo mi hermano Francisco Javier.
Cuando subimos, corrí
hacia su cuarto, y así su mano al instante.
Allí yacía un cuerpo
inerte. Templadito aún.
Al asomarme a su balcón
preferido, para ahogar mis lágrimas, y otear el horizonte en busca de
esperanza, en ese preciso instante, una gaviota paso volando a mi altura y giró
su cabeza, mirándome directamente a los ojos.
Al anochecer de aquella
tarde, cuando ya llevaban su cuerpecito enjuto para el tanatorio, la luna
pintaba las aguas del mar con sus canas de plata, y un vencejo volando cerraba
la noche con su lamento.
24 de junio de 2022
Rafael Santana. Diario de una inquietud.
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Fotografía: Juan Sánchez Amorós
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