La
vida laboral de los trabajadores pobres en La España de la recuperación
económica. De la aplicación masiva de los «eres» al incremento del salario
mínimo interprofesional.
Desde
la primera reforma laboral en 2010, de la mano del entonces presidente del
gobierno Socialista, tras desatarse ferozmente la llamada «crisis» (se me viene
a la memoria aquel título del disco de «supertramp» titulado «Crisis? What
crisis?»), pasando por la siguiente «vuelta de tuerca» con la ya tristemente famosa
reforma laboral del gobierno Popular en 2012 (¿Para salir de la crisis?) y
actualmente en vigor, hasta la presente subida del salario mínimo
interprofesional SMI con el actual gobierno, que ya está provocando nuevos
despidos en las empresas con la excusa de no poder asumir dichos incrementos;
la clase media de este país, el grueso de la clase obrera y trabajadora, la que
ha soportado con mayor crudeza el embate de todas las crisis, de todas las
reformas laborales, de jubilación, de pensiones..., se están viendo
crecientemente empobrecidas y reconvertidas en clase media baja, cuando no
directamente trabajadores pobres; ya que no han dejado de bajar en sus ingresos
económicos, de perder poder adquisitivo mientras todos los productos y
servicios siguen subiendo, hasta el punto de empobrecerse de manera endémica;
mientras las clases dirigentes, la élites económico financieras, la clase
bancaria, los grandes empresarios, los altos directivos políticos, las
eléctricas, las empresas del Ibex 35, no han dejado de subir sus dividendos
obteniendo pingües beneficios mientras las clases medias contemplamos atónitos
como nuestro poder adquisitivo mengua sin cesar.
El
ejemplo que voy a desglosar de todo este proceso de empobrecimiento, está
sacado de la realidad cotidiana de miles de individuos y familias de toda
España. Sin ir más lejos para ilustrar este relato pondré un ejemplo cercano,
la vida laboral de mi propio hermano y que representa de manera brutal todo lo
que digo.
La
crisis económico-financiera (o de la burbuja inmobiliaria en España), se desató
a raíz del colapso de la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos en el año 2006,
y que provocó posteriormente en 2007 la llamada crisis de las hipotecas
«subprime», arrastrando al resto de la economía global del planeta a la crisis
de 2008 en el resto países capitalistas y que llega hasta nuestros días.
En
2007, siendo trabajador fijo de una empresa con sede social en Norteamérica, y
miles de filiales por toda Europa, la empresa decide plantear un despido
colectivo estructural, conocido como ERE (término que parece restarle
importancia a sus terribles consecuencias para el empleo digno), y que con la
excusa de «pérdidas» en las ganancias previstas, promovió un despido general
que nada más en España afecto a más de 300 trabajadores fijos y sus respectivas
familias.
Como
en realidad la empresa no dejó de tener trabajo, encargó, a través de Empresas
de Trabajo Temporal, ETT, nuevas contrataciones, contando en muchos casos con
los mismos trabajadores a los que había despedido previamente con el ERE, pero
reduciendo sus derechos laborales como antigüedad, facilidad en el despido, y
lo más lamentable de todo bajarles el sueldo considerablemente. Así desde 2007
a 2017, se suceden un serie de contratos de trabajo por obra y servicio, y
últimamente solamente temporales que propician una mayor precariedad,
incertidumbre y desasosiego, y que gracias a las reformas laborales de 2010 y
2012 y su posterior desarrollo, han permitido contratos de solo una semana de
duración, que no acumulan antigüedad, que son de una cotización bajísima a la
seguridad social, donde día que faltas al trabajo se te descuenta entero, donde
las vacaciones van incluidas en el sueldo del mes para incrementarlo un poco,
pasando de incertidumbre en incertidumbre, saliendo y entrando del «paro»;
donde con cada contrato ha visto reducido su salario hasta bajar
ostensiblemente de los mil euros. Y finalmente ya en 2019, con la entrada en
vigor de la subida del salario mínimo interprofesional a 900 euros, la empresa le
dice que no puede «soportar» dichos incrementos en toda la plantilla y lo
despide con fecha uno de enero con cincuenta y dos años.
Hasta
aquí el relato de una vida laboral cualquiera, la de mi hermano y la de miles y
miles de familias en toda España.
Y
¿Cómo hemos llegado a esta situación, a este estado en el que se encuentra
buena parte del país, de precariedad, de incertidumbre, de pobreza?
Corresponde
plantearse la pregunta que lanza la periodista en la escena final de la
reciente película española «El Reino» ¿Acaso no habían pensado ustedes, señores
de la política, del mundo de las finanzas, del mundo de las grandes empresas
que esta situación no se puede sostener así indefinidamente? ¿Acaso no han
pensado en el daño que están haciendo a esta clase media, a la clase
trabajadora, que es la que sostiene con sus impuestos nuestro sistema social,
la que soporta la mayor parte de los envites feroces de la crisis económica?
¿Acaso
piensan que manteniéndonos «entretenidos» con este «show mediático» que tienen
montado en este país, con sus programas de televisión de entretenimiento, sus
«fake news» (noticias falsas que circulan por las redes como facebook, twitter,
wasap), con sus soflamas y arengas políticas, que propician el enfrentamiento
entre la clase trabajadora, pobres de derecha contra pobres de izquierda, de la
clase media, no terminará despertando y se rebelará?
¿Y
dicen ustedes que España se está recuperando económicamente?
Rafael Santana. Diario de una inquietud
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