veriloquio
Hubo un tiempo en que las palabras eran
como dioses
María Zambrano
Cicerón propone esta
palabra para hablar de la verdad de lo dicho
el uso y el tiempo
podría ser una vieja
cebolla el lenguaje, capa a capa, solo al final lo primigenio resiste
crudo esqueleto de la
palabra
cómo hacerla humana
llenarla de trigo harina
de humanidad
levantarla del papel
que sea un cuerpo o una
carne
un alma viva
una ostra que se abre y
se descubre para ser dicha
y modificar al que lo
dice, el que la piensa, el que la nombra
el que la escucha/ y/
tras devorarla/ forma parte de ella/ con ella/ dentro.
c ó m p l i c e
me ha roto el pecho desde
dentro.
alguna vez fui llevada
para ser ante ella peñasco/ cómplice
poseo recuerdos:
hay una riada
emperatrices golondrinas/
perpetramos las cimas
en el saco han entrado
los mendigos, los mugidos/ el talud por el que atreverme a caer/
todos ellos/ los
discordes van dentro del saco/
no hay / monóculo/ / que los
salve/de no ser vistos
a plomo/ un valiente se
resquebraja/ se marcha/ se fuga/ abre la carcomida tela
mira el poniente hacerse
costra
atiende a la invasión de
las orillas/ el agua al cuello y la valentía sola/
por la sal de los restos/
restos de animales de mar elevan un canto de luz pobre.
la comunión entre los
diferentes nos hará humanos en libertad.
un
detalle menor
el
detalle menor permitiría una puerta de embarque o un desnudo integral
ante el
largo invierno, y, ante el abrasivo verano, no tendríamos reversa.
con el
frío como territorio natural, podríamos abrigarnos hasta desmembrarnos como un
glaciar desplazándose lentamente hacia el ecuador hasta, desaparecido, darse
para ser las aguas que drenan un desierto.
no iban
a permitirnos la placidez cómoda de los comensales antiguos.
aquellos
que fuimos, aquellos que no fuimos,
bailarines
huecos como el hueco de un árbol
que
nadie se atreve a atravesar por miedo a los dominios del vacío,
inútil
este miedo de nómadas atados a las camas,
a los
ábacos de los días de la riqueza insuficiente.
a los
verbos abandonados a su suerte, siempre, en otros.
van a
girarnos al girar el destino de las esferas y su dirección es campo a través
hacia
el norte.
se
desdibujan las agujas arena laberinto
arrastrando
nuestro peso por los largos corredores cerca de cipreses altivos.
algunos
continuaban hechos podredumbre como baluarte de sus privilegios
materiales;
en cambio,
la
profunda petición, la larga espera despertaba para el reclamo,
es uno
a uno en las casas, llaman al pecho con un lenguaje único.
debéis
rasgar la noche sin temblor en las armas, en las razones,
descalzaros
de la comprensión como meta,
desnutrir
el caparazón
hasta
inservible dejarle ser estiércol para el nuevo grano,
las
nuevas urbes os necesitan gloriosos niños
para
acercar los robles a las bocas harapientas, l
os
giros en la voz, indestructibles,
antes
nunca imaginados.
cantaréis
sobre las aguas con un
detalle menor.
no iban
a permitirnos descalzarnos frente a los cuerpos,
caminarlos
sin mirarlos, de puntillas,
hacer
un paso rápido de una ciudad a otra, de una civilización a
otra,
de edad
en edad sin saber el
deterioro que hemos ejercido sobre el Valle de los Avasallados para no
perder el pequeño,
ínfimo,
trozo de paraíso falsario sobre el que columpiarnos, toboganes parcelados.
Tan
inclementes hemos sido.
[Anexo
a este poema fuera del libro]
podemos
correr
sin
mirar a nuestros muertos, sin conocer el olor, el color del dolor,
sin
llenar los campos de fotografías, las hendidas en las venas,
bien
adentro se toma la distancia nula con lo que sucede fuera,
parece
no detenerse el grito ahora/
la
guerra nueva es la guerra de siempre
la
guerra de ahora es la vieja guerra que somos.
A
Nota
final de la autora.
También la grieta restaurada
abriga nuestra vida: su exposición a la intemperie.
Por eso he comprendido hoy,
10 de diciembre de 2022, mi deseo vital de lana; mis noches de verano en el
patio de mi abuela en el pueblo de Segovia que guardo dentro, junto a mi abuela
en la calle Segovia 33, viéndola tejer y aprendiendo a tejer, junto a ella,
junto a sus manos en artrosis visible, mientras los grillos, los ecos lejanos
de alguna verbena, aquellos ruidos siempre indefinidos de nuestro desván.
Hoy he entendido que soy
Ixchel y soy la nieta de Justa, la mujer del carpintero, y de Paco, el hombre
de la tejedora que escribía poemas, y la hija de la bordadora echada a los
leones del mundo, Pilar, el lucero de la tarde.
Y que desde que nací he
estado ejerciendo mi derecho a la resurrección, no pidiendo perdón por haber
nacido, ni disculpa. He necesitado de
medio siglo, largo viaje es, para permitirme la vida, la respiración, tejer
para otros para saberme útil, humana, buena, toda la vida, Babäi,
buscando las semillas para el vellón que guardo.
Sigo siendo una hija única,
un ser solitario. No estoy sola.
Tejemos para unirnos, para
tender lazos, tejemos palabras, los cuidados, interdependencias valiosas,
piedras preciosas vivas, seres humanos, después de todo, seres humanos,
animales,
¿Para
qué teje la mujer que está escribiendo?
Lo mejor que podría pasarme
es que, de alguna forma, estas palabras, todo este libro, fueran un atisbo, una
señal de vida, de la vida, de su jugo, tras los infiernos y el derrumbe: otra
posibilidad para seguir, la poesía como hermana, como un alma de construcción masiva, la
resilencia de la voz ante la piedra.
Balbina Miño-Gómez . Kotod Ama. Huerga & Fierro, 2023