Pero habla
Siempre respeté
más
a las palabras
que a mis padres
Siempre respeté
más
a esas cabronas
que hacen piruetas a deshora
que a mis padres
Siempre respeté
más
a Pessoa
que a mis padres
porque Pessoa encontró las palabras
y un buen traductor
y un buen editor
Y mis padres
encontraron estafa europea,
Desolación
mis padres encontraron
pala/bras part/idas que hi/eren
pequeñas llagas
lengua que
Y como yo no quería
pala/bras part/idas que hi/eren
pequeñas llagas
lengua que supura
me esforcé en
hablar
en la erre
en hablar
correctamente
en blanquear
mi acento
en
dominar las palabras que dominan a mis padres
que son dominados por las palabras que domino
y hoy
mi voz ya no tiene color
mi voz ya no tiene historia
nadie sabe de dónde vengo
porque
en las discotecas de dónde
eres
en Tinder de
dónde eres
en la frontera de dónde
eres
y en español de dónde
eres
y en chino de
dónde eres
y en inglés de
dónde eres
y mis padres de dónde
eres
y las calles de
dónde eres
y adónde vas
y de dónde
eres
soy de pasaportes falsos japoneses y de ahorros familiares
de lágrimas prestadas y cartas que no llegan
de deber, belleza y sangre
de rostros como el mío que susurran lentamente
con la esperanza de que entienda
Y aunque no entiendo
Y aunque ellos no entienden
Aunque el mundo no entiende
Lo que entiendo que mis padres
me hacen entender es
Habla
Habla
Habla
Aunque no entendamos
Habla
Habla
Habla.
Y así, hablo.
con lenguaje fracturado
con pala bras part idas que hi eren
pequeñas llagas
lengua que supura
Así hablo, con lenguaje averiado,
y a Pessoa,
quizá,
le gustaría,
y a mis padres les gusta,
aunque no entiendan.
San
Fernando, 33
If
we’re gonna suffer,
we
gotta do it over good food.
Chrysanthemum Tran
Mis padres tienen un restaurante
desde hace más de veinte años
pero por algún motivo
(que yo diría que es étnico-racial)
nunca ha sido considerado
auténtico comercio local.
¿De dónde eres?
De calle San Fernando
número treinta y tres.
¿Dónde te puedo encontrar?
En la calle San Fernando
número treinta y tres.
Si eres cliente te daremos la razón
aunque no la tengas.
Me encontrarás
bebiendo a horas intempestivas
terminando los deberes
fingiendo que no entiendo
comentarios de blanco europeo
y poniendo acento halagador.
Me encontrarás viendo las noticias
de un país que no es el mío
porque ningún país es el mío
Me encontrarás haciéndole un masaje
a mi padre y comiéndome la ración de
pollo al limón que hemos hecho de más
porque alguien nos ha dicho
en una broma telefónica
que lo quería para llevar.
El secreto de esta receta tan popular
es Fanta y lágrimas
de trabajador migrante oriental.
Papá, mamá,
no quiero irme a China,
quiero quedarme en Chinatown,
he crecido en un chino
y no me quiero marchar
entre la nada y la pena
elijo la nada.
Papá, mamá,
no quiero perder mi casa,
no soporto esta soledad,
hay blancos haciendo
yoga en cada parque
siguiendo los vídeos de Xuan Lan.
No diré nada malo de Xuan Lan,
porque Xuan Lan es compañera
vinyasa con respiración e
identidad fluida
es yogui francesa
y mujer y asiática y occidental,
y yo también veo sus clases en mi casa.
Ya solo tengo una casa porque
mis padres acaban de traspasar
el negocio. El viejo Chinatown
ahora se llama House of Dragon,
los laowai dicen que
la carta es más auténtica
solo porque ya no hay
menú del día a siete cincuenta.
En el fondo, les da igual:
haya un wok, un asiático, sushi,
un gimnasio, meditación
o tantra sexual, mientras
a falta de viaje mochilero
pagado por papá y mamá,
puedan en directos e
instastories fardar.
Pero de algún modo
sí que es verdad que
calle San Fernando
número treinta y tres
sigue siendo de algún modo
mi hogar.
Porque en esas
miles de llamadas recibidas
a lo largo de estas décadas
ha habido traducciones varias
malentendidos muchos
reproches constantes a Movistar
melancolía en salsa de ostras
sabrosos dim sum
de agria y dulce
felicidad.
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