con Pascal Bruckner
Nos han tratado
como a niños tanto tiempo…
Todo nos estaba
permitido,
solo teníamos
que preocuparnos de consumir y divertirnos,
en las tiendas
siempre había más de lo que uno podía llevarse,
todo estaba al
alcance de la tarjeta de crédito,
podías querer lo
que no necesitabas,
acumular
maravillas perfectamente inútiles,
ir al buffet
libre, al todo incluido, al vuelo flexible,
gastábamos
cuatro veces más en perros y gatos
que en ayuda al
Tercer Mundo,
Dios existía, se
le podía tocar con la mano,
las mercancías
tenían el don de lenguas
y prometían
ayudarnos, liberarnos, otorgarnos
la gran
felicidad paradisíaca,
las cosas
resucitaban, la publicidad era nuestro evangelio,
el supermercado
nuestra iglesia,
la televisión
nuestro supremo sacerdote,
Vivaldi la banda
sonora de un spot de compresas.
Ahora dicen los
agoreros que la fiesta se ha acabado
y, por si acaso,
nos estamos bebiendo hasta los culos
de los cubatas
que vemos por ahí arrumbados.
Queremos
soluciones mágicas,
nunca habíamos
tenido que pensar en nada,
por eso los
votábamos, para seguir siendo felices,
niños
irresponsables y mimados cuya única preocupación
era elegir entre
varias marcas de detergente.
Nos dijeron que
consumir era trabajar para la democracia,
que el bien
común era la suma de los intereses particulares
y la riqueza la
única fuente de derechos políticos y sociales,
y ahora nos
dejan solos…
y los niños
perdidos quieren mercados, orden,
vacunas,
energía, antídotos, magia, emoción,
puntos de
referencia,
seguir siendo la
raza superior
tan inocente
como humillada,
no queremos
nombrar el Mal o buscar responsables,
designar a los
verdugos,
no vaya a ser
que los verdugos
seamos nosotros.
Antonio Orihuela. En: Infierno Suave. nº 20. Especial verano, 2023
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