Nos despedimos de un año 2022 oyendo que las 12 uvas tontas de la costumbre no tenían sabor, “no son de aquí”, dijo algún optimista. Tampoco sabíamos si con aquel rito decíamos adiós a un año o saludábamos a otro nuevo. Es algo que nunca sabe nadie. Y esta vez tampoco. Repetimos los mismos gestos de toda una vida larga con la sensación de que la nostalgia, esa rebelión reaccionaria de algunas neuronas locas, nos intenta entristecer trasladándonos a lo ya inexistente, o a lo soñado en pesadilla, que tal vez ni fue nunca. Y este día 31 repetimos. “Las uvas no tienen sabor ya”. Quizá por eso, o por lo carpetovetónico, este año en Jabugo brindan con doce lonchas de jamón, y en no sé dónde con torreznos, al tiempo que alguien publica que ahora se hacen catas de agua, como antes se hacían catas de vinos viejos. Uvas sin sabor y agua que ya va siendo tesoro, y recuerdo muchas veces el ir a despedir el año, a veces a moribundos, por carreteras que ahora sirven más para ilustrar cuentos que para llegar a poblados con vida, una 589, por ejemplo, desde Moixent a Navalón, en la que a un lado y otro existían fuentes, y en lugar con eterno charco verde en hondonada, hacia el kilómetro 11 o 12, siempre se encontraba la triste piel de un sapo aventurero atropellado. Era otro tiempo, era otro planeta. Se nota que Heráclito no se refería solo al río que hacía dudar a todos menos a los poetas. Ahora el mismo grupo de aficionados a la definición ha decidido dar importancia y brillo a la palabra polarización. Son los mismos que en el 27 eligieron la más bella palabra en español, decidieron que era “azul”, tan digna y bella que un fundador de secta de patriotas la convirtió en color y no en sonido y ordenó teñirse las camisas. La polarización sí parece tener el sabor que ha perdido la uva. Tiene un fallo, no obstante. ¿En qué año, en qué siglo, en esta isla siempre invadida por el sur y amurallada contra el norte no ha existido polarización entre sus habitantes del culto a lo negro o blanco? Aquel fragmento desgajado de la calurosa África/ tanbruscamente soldado a la Europa ingeniosa, cantó áspero y desilusionado Wystan Hugh Auden, el de la revolución del corazón, venido a defendernos con sangre del azul. Festejamos cada 31 de diciembre, o quizá cada 1 de enero, con merecida alegría inocente y sincera que surge del corazón por unas horas, y las uvas tienen menos sabor y el vino despolariza, hasta que cae la hoja vieja del calendario.
Antonio Santos Barranca
Y va la RAE y declara que senilidad es lo mismo que vejez. Entonces leo maravillas como esta y pienso:
ResponderEliminarSegún, según...
Chiloé
Exacto, Chiloé, exacto...🙃
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