Que era mar y mano al mismo tiempo y me mecía,
más arriba, más abajo, donde no podía tocarme,
donde el dolor, donde la herida que se abre cómo un pétalo
que huele a miel pero es veneno.
Que era muerte y Dios y cielo al mismo tiempo
línea de horizonte e infinito,
huracán y suave brisa,
y yo era escoria, deshecho, despojo, desperdicio,
residuo de un hombre suplicante de rodillas,
títere vencido, pelele, marioneta.
Pero a veces me hacía creer que yo era bueno,
que había algo en mí que era valioso,
para luego mostrarme la verdad obscena:
que ella era sucesivamente el mundo
y yo era cada vez menos,
nada más que mugre entre sus dedos.
Sergio C. Fanjul
El verso ansiolítico
–Planeta Clandestino 197–
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