Un día no vas a
venir rogando
sino exigiendo
lo que es tuyo.
Tus ojos mirarán
de frente
y en tu mirada
la espera de siglos
se habrá
fraguado en inminencia.
Ruego a tus
antiguos dioses
y a mi dios que
ya no existe
que me concedan
la dignidad
para luchar en
tu bando.
Y si no lo hago,
arróllame:
ya he disfrutado
lo que te pertenece.
***
Pocos saben que tengo otra hermana.
El azar nos separó al nacer.
Yo mamaba la leche de mi madre
mientras ella se secaba al sol.
Cuando perforaron mis orejas
ella recibió la ablación del
clítoris.
Follé con hombres y sufrí por
todos;
a manos de uno solo se quebró ella.
Me separé, lloré, abandoné mis
sueños.
Ella murió unas cuantas veces
bajo piedras, ácido, sida y
malaria.
Su cuerpo se deshizo y se
recompuso.
En una o dos ocasiones fue feliz de
morir.
Mi hija creció; mi hermana murió en
el parto.
Años después parió una niña y se la
quitaron.
Yo veo mi cuerpo envejecer; ella no
tiene espejo.
Me pongo cremas antiarrugas
pero toda ella es un surco.
Yo hago listas de lo que le duele:
pero ella es la que administra su
dolor.
Ana Pérez Cañamares. Las sumas y los restos. Ed. Devenir, 2013
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