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domingo, 29 de junio de 2014

PIOTR KROPOTKIN. LA MORAL ANARQUISTA




CAMPOS, FÁBRICAS Y TALLERES


Los obreros, quienes deberían ser los verdaderos directores de todas las industrias, comprenderán sin duda que es higiénico y necesario, para el espíritu como para el cuerpo, el no hacer el mismo monótono trabajo el año entero, y lo abandonarán un mes o dos, durante el verano, o también encontrarán el medio de lograr que no se paren las fábricas y manufacturas turnándose.
Si cada uno, por lo tanto, diera su parte de producción, y si ésta estuviera socializada, como nos lo indicaría una economía social orientada hacia a la satisfacción de las necesidades de todos, entonces más de la mitad de la jornada quedaría así libre para que cada uno la dedicase al estudio de las ciencias y las artes, o cualquier ocupación a que diera la preferencia. [...] una comunidad organizada bajo el principio de que todos sus miembros, lo mismo varones que hembras, una vez llegados a cierta edad, por ejemplo, desde los cuarenta en adelante, quedasen libres de la obligación moral de tomar una parte directa en la ejecución del trabajo manual necesario, pudiendo así estar en condición de dedicarse por completo a lo que más le agradara en el terreno de la ciencia, del arte, o de un trabajo cualquiera.


LA REVOLUCIÓN SOVIÉTICA

Sin la participación de las fuerzas locales, sin la construcción desde abajo, de los mismos campesinos y obreros, la elaboración de una nueva vida es imposible.


LA MORAL ANARQUISTA


¿nos atrevemos a amar? En una sociedad basada en la explotación y el servilismo, la naturaleza humana se degrada... La dicha del individuo está íntimamente relacionada con la de los seres que le rodean... La felicidad de cada uno está íntimamente ligada a la felicidad de todos los que le rodean... siempre que veas el bien general, obrarás bien.


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La ciudad ha de garantizar a cada habitante vivienda, alimento y vestido en un nivel correspondiente a confort del que en esa misma época gocen las clases medias: a cambio de eso recibirá el trabajo de una media jornada o de 5 horas. Señalo también que todo lo que se considera lujo podría ser obtenido por cada miembro de la sociedad si durante la otra mitad de la jornada participase en toda clase de asociaciones libres consagradas a todos los fines posibles: educativo, literario, científico, artístico o deportivo.


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Pero, a pesar de todo, la fuerza principal, poderosa, triunfante de la revolución no reside en los medios materiales. En este plano toda revolución es más débil que el Estado, así como toda revolución está hecha por una minoría. La principal fuerza de la revolución reside en su grandeza moral, en su grandeza para perseguir su finalidad, que es el bien del pueblo en su totalidad, el sentimiento que suscita en las masas, la impresión que produce en millones de personas, la atracción que ejerce. Y esta fuerza depende por completo del ejemplo encarnado en la vida de cada revolucionario.



Piotr Kropotkin. La moral anarquista. Antología. Edición de Frank Mintz. Ed. Catarata, 2014

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